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Unni Lindell, sigue la magia… negra

Hace dos años nos hacíamos eco de la aparición de una nueva serie de novela negra que nos llegaba desde el norte de Europa, concretamente desde Noruega. Su responsable era y es Unni Lindell (Oslo, 1957) que antes de dedicarse a la novela criminal se había labrado un gran prestigio como poeta y como escritora de relatos y libros infantiles, con los que ha obtenido varios premios. Cuando hicimos aquella reseña se había publicado las dos primeras entregas de la serie protagonizada por el veterano inspector jefe de la policía de Oslo, la capital noruega, Cato Isaksen y su joven y problemática inspectora Marian Dhale. Se titulaban aquellas novelas La trampa de miel y El ángel oscuro y estaban editadas, como toda la serie en castellano por Siruela. Después apareció la tercera novela Muerte blanca y hace poco la cuarta, El beso del diablo, que es la que nos ocupa.

En las novelas de esta escritora lo más relevante es la profundidad con la que retrata a los personajes, sobre todo a los policías, a los que se describe con personalidades complejas y graves problemas de relación. Los dos protagonistas, por ejemplo, no pueden llevarse peor. Cato es un policía a la antigua usanza que cree en los protocoles y en el trabajo metódico. Marian todo lo contrario, es caótica y parece fiarse solo de su instinto. Lo curioso es que tarde ó temprano los dos se necesitarán porque sus formas de acercarse, aunque antagónicas, resultan complementarias.

En El beso del diablo, una novela que vendió tan solo en Noruega cien mil ejemplares, cuenta una historia terrible que se inicia con el asesinato de una mujer casada y con hijos, cerca de su casa. Una mujer con una personalidad poliédrica repleta de rincones oscuros. Los policías se encuentran con una marabunta de indicios que les llevan a todas partes y que convierte a vecinos, familiares y amigos en sospechosos. Todo se agrava aún más cuando el hijo pequeño de la fallecida es secuestrado y se inicia una carrera contrarreloj para hallarle. La historia se complica con los problemas personales de los dos policías. La mujer de Cato le amenaza con el divorcio si no dedica más tiempo a su familia, y Marian tiene que lidiar con un joven adolescente del que se ha convertido en tutora por la decisión de su viejo mentor, un policía honesto que fue asesinado en la anterior novela.

Un relato apasionante, absorbente, que hace un retrato muy crudo y duro de la sociedad noruega, y en el que destaca un epílogo exento de bondad, porque en las novelas de Lindell no hay finales felices, porque nadie es inocente… no del todo.

Enrique Martín

Kike Martin

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