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Unai Elorriaga, buceando en la violenta realidad

No hay un instante de paz. Mientras en algún lugar del mundo, la población se despereza lánguidamente, en otro, puede estar dándose una situación terrorífica. Iazko hezurrak, la última novela del escritor vizcaíno Unai Elorriaga, está protagonizada por Irene Arrias, una joven nacida en Algorta en 1971. Al mismo tiempo, que conoceremos los pormenores de su vida, tendremos noticia de numerosos conflictos que existen en paralelo. Por un lado, vemos cómo este personaje empieza a andar, cómo va a la ikastola, cómo entra después en la universidad, cómo encuentra trabajo en una empresa, cómo se enamora, cómo compran su casa… y al mismo tiempo, vinculados por algún tipo de coincidencia temporal o espacial, conoceremos hechos cruentos acontecidos en Ruanda, en Palestina, en Irlanda, en Argentina… Gran parte de esos relatos sobre la crueldad nos llegan a través de la propia Irene Arrias que parece estar obsesionada con la violencia, puede que desde que leyera, con 21 años, Operación Ogro, o puede que antes. El caso es que sabemos que investiga detalles de genocidios, de masacres, que mira vídeos de contenido violento. “Irenek Arriasek –leemos- indarkeriak konparatzeko ohitura hartu zuen, ia egunero egiten zuen, Balkanak, Argentina, europa eta Afrika, Ruandako, euskal herrietakoa. Konturatu zen, ordea, ezin dela gehiegi konparatau, beti dela desberdina, beti dela gauza bera”.

Sin mirar muy lejos, a pocos metros de su casa, han sucedido hechos como el asesinato de Eustakio Mendizabal “Txikia”, o el asesinato del juez Jose María Lidón. Irene Arrias vivió los años del plomo; cerca de su casa había un cuartel de la Guardia Civil. Casi llegó a acostumbrarse a las bombas, a confundirlas con truenos, como señala Mario Benedetti en uno de sus relatos. Por otro lado, la muerte de su tío y el encuentro fortuito con una niña una madrugada, parecen haberle dejado también un poso de extrañeza. Hacia el final, la situación de la protagonista se enrarecerá. Y curiosamente, al mismo tiempo que el relato gana en tensión y en suspense, al mismo tiempo que, desde mi punto de vista, empatizamos más esa trama de ficción, también se subraya la carga dialéctica y ensayística de esta novela difícil de calificar. Estructurada en cuatro partes, intercala al final de las tres primeras unos relatos relativamente ajenos a la trama principal. Aunque también relacionados con la violencia y muy desasosegantes, podrían resultar algo más prescindibles.

Iazko hezurrak, cargado también de referencias a otros escritores como Faulkner, Lobo Antunes o Cortázar, por citar a algunos, es un libro ambicioso, muy trabajado, alejado de esa literatura que pretende entretener sin más a los lectores. De hecho, nos sitúa frente a la realidad de una violencia que no cesa y, de alguna manera, hace que nos preguntemos hasta qué punto el ser humano puede soportar esa horrible certeza mirándola de frente y con lucidez.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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