He de reconocer que la literatura fantástica nunca ha sido lo mío. Me ha resultado prácticamente imposible degustar esos mundos en los que la realidad se tambalea hasta hacerse irreconocible. Quizás haya podido disfrutar con algunos cuentos de autores como Poe ó E.T.A. Hoffman, Lord Dunsany ó Cortazar, Kafka ó Stevenson, Ursula K. LeGuin ó George R.R. Martin… Pero siempre ha sido en pequeñas gotas, hasta el punto de que pocas novelas del género me han llegado a cautivar. Eso no quiere decir que no me sienta dispuesto a picotear en el fantástico cuando leo una reseña sugerente ó una crítica cautivadora sobre alguien que desconozco. Es lo que me ha sucedido con Tarin Tidbek.
Tidbek es una escritora sueca, nacida en Estocolmo en 1977, que vive y trabaja en la ciudad de Malmö. Estudió antropología social y religión en la universidad de su ciudad natal y escritura creativa en la Universidad Popular de Skurup.
El libro de tan solo 166 páginas, lo componen trece relatos. Trece historias cotidianas en las que se introduce un elemento fantástico, a veces claramente, otras veces sutilmente, que hace descarrilar la realidad. Son historias en las que la gente sueña mucho ó encuentra referencias a hechos extraños del pasado que se han transmitido oralmente de generación en generación. A veces la extrañeza surge cuando los personajes se enamoran de objetos mecánicos, o cuando los protagonistas se encuentran con hechos que no cuadran en la biografía de los seres queridos que les han contado (seres con los que se ha perdido el contacto ó desaparecieron ó fallecieron en condiciones misteriosas). A veces también hay relatos claramente surgidos del folklore popular, como el de esa mujer que no puede tener hijos y crea un ser vivo a partir de una zanahoria y unas gotas de sangre menstrual. A veces un personaje hace una interpretación equivocada, aparentemente, de la figura de Dios y comete actos abominables (ese Borges escondido). Y a veces uno se enclaustra en un lugar de vacaciones deshabitado y se le empiezan a llenar las casas de fantasmas de gente agradable (ese Stephen King).
De entre todos los relatos hay dos que me han impactado especialmente. El titulado ¿Quién es Arvid Pekon?, en el que el citado Arvid es un tipo que trabaja en una centralita gubernamental atendiendo quejas de los ciudadanos y pasándoles con funcionarios que son él mismo, gracias a una máquina que manipula la voz. Y el titulado La montaña de los renos en el que una familia, madre y dos hijas, regresan a su pueblo natal para desmantelar la casa familiar y se encuentran con leyendas que hacen referencia a gente de los bosques – ¿ninfas, duendes? – que se unían a los humanos para procrear hijos y luego desaparecer (ese Lovecraft).
Un libro sorprendente con historias que se mueven entre la luz y la oscuridad, en el tiempo del crepúsculo, una especie de tierra de nadie donde conviven lo tenebroso y lo melancólico, y donde da la impresión de que podemos asomarnos a “otro mundo”. Un espacio vital al que están muy acostumbrados los hombres y mujeres del norte, como la propia autora ha señalado alguna vez. Poesía, extrañeza, humor perplejo, espacios perturbadores y realidades inquietantes. Los mundos de Karin Tidbeck.
Enrique Martín
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