El periodismo no está en su mejor momento histórico y Paolo Bacigalupi, en el cuento que abre este libro, parece opinar que la situación no va a mejorar. En el futuro cercano las cosas ocurren de la misma manera en que podrían pasar hoy en día. La ciencia-ficción ya no se atreve a mirar muchos años al futuro, quizá porque uno de los reproches que se le hacen es que no ha acertado, a lo largo de todo el siglo XX, como iban a ser las cosas en el siglo XXI. Y ahora mismo el lector parece que exige concreciones, casos reales, la vida misma, incluso en el futuro.
Bacigalupi abre bien el volumen porque es un autor que se arregla mejor en las distancias cortas, como casi todos en este género, para dar paso después a diferentes autores de muy distintas procedencias que abordan los diferentes temas con variada fortuna. Particularmente el cuento que más me ha gustado es Prolang de Ricardo Montesinos, un relato sobre el idioma y sus consecuencias a través de una pareja y su hijo y lo que un nuevo idioma les hace.
En terrenos más conocidos, porque sus universos nos resultan más familiares, el relato de Paul McAuley, el de Ken Liu con su fuerte componente poético, y los de Eduardo Vaquerizo y Sofia Rhe, cumplen sobradamente con las expectativas de un lector de ciencia-ficción. ¿Quién cuidará de los dioses? de Liu Cixin y La próxima vez que se desate la tormenta de Emilio Bueso, están además muy bien escritos. Casi podríamos decir que el famoso China Mieville es el más flojo de los autores de esta antología que llega al número tres mejorando en cada entrega.
La crítica de casi todas las antologías colectivas es siempre la misma. Hay en ellas autores buenos y malos y otros que lo son a veces. Hay cuentos de la más variada factura, es difícil que todos sean buenos o que todos sean malos. Más homogeneidad hay en los libros de un solo autor, pero debo reconocer que me gustan más estas antologías porque permiten conocer, aunque sea superficialmente, el estado actual de las cosas. Eso sí, las cosas no van bien para la ciencia-ficción. No se trata de que los grandes maestros hayan desaparecido y no haya habido un recambio generacional suficiente. Es cierto que todavía se publican algunos libros de Greg Egan, que seguimos esperando el segundo de Ted Chiang y que Mieville y Bacigalupi solo han cubierto las expectativas parcialmente, pero eso no es lo peor. Lo peor es que hemos tirado la toalla a la hora de especular sobre el futuro. Nos parece que ya lo tenemos aquí, que nos vamos a arreglar con el móvil superatómico y las multipantallas que nos darán más soma en cantidades suficientes como para alcanzar una forma de felicidad. Ahora que seguramente necesitamos más que nunca cerebros capaces de otear el horizonte temporal y darnos algunas claves, nos vamos rindiendo más fácilmente.
Bueno, menos mal que hay gente empeñada, pocos pero efectivos, como Mariano Villareal que sigue peleando duro para sacar a la luz algunas de estas historias. Pero, claro, si no colaboramos. Venga, sacaros la pereza, leamos algo que nos resulte complejo, estimulante, valiente. Volvamos a la ficción especulativa. Volúmenes como los de la serie Terra Nova son imprescindibles.
Félix Linares
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