Una noche en la librería de la Plaza, hablando con un joven poeta de la localidad, fui presentado a un hombre, alto de color, seco, al que llaman don Jusepe”.
Así comienza el Prólogo indispensable de Jusep Torres Campalans de Max Aub. Es la primera parte de las siete de que consta este artefacto estético-literario, por llamarlo de algún modo, con el que el escritor hispano-mexicano Max Aub, dio vida a un pintor inexistente, el citado Torres Campalans. Biografía inventada de un pintor catalán, de la órbita cubista, escrita con tal rigor, que muchos en el momento de su publicación, en 1958, la dieron por fidedigna. Y no es para menos si tenemos en cuenta que Aub se inventa varios artículos sobre el supuesto pintor, aporta todos los dibujos y cuadros del artista biografiado, intercalados en el texto, y hasta el catálogo final con sus exhaustivas notas.
Desde el punto de vista literario, los momentos más jugosos de este curioso libro, de estructura fragmentaria y cubista, son la Biografía propiamente dicha, de Campalans, desde su niñez en Girona, hasta 1914, año en que el pintor deja París donde residía, por Méjico, para evitar la Primera Guerra Mundial; luego, el llamado Cuaderno verde, conjunto de notas en forma de reflexiones y aforismos supuestamente hallados entre los papeles del pintor; y, por último, las Conversaciones finales mantenidas por Max Aub con el mismo Campalans a quien descubre casualmente, ya septuagenario, en Chiapas.
Campalans sigue siendo una especie de filósofo intuitivo, católico y anarquista al mismo tiempo, con buenas razones para justificar sus variadas posturas, que se expresa siempre con una rotundidad y sinceridad desarmantes. Es amigo de Picasso y de Mondrian, pero detesta a Juan Gris. Y no considera que el cubismo sea una vanguardia, sino simplemente una forma de pintura realista, de hecho la forma más realista de plasmar los objetos.
Por poner una pega a este libro de prosa transparente y amena, resulta en ocasiones poco verosímil que un ex seminarista que comienza a trabajar a los doce años desarrolle de forma autodidacta esa capacidad de análisis tan certero sobre la cultura y la pintura contemporáneas, que exhibe en las reflexiones del Cuaderno Verde. Está claro que es el propio Max Aub quien habla, quien podría haber sido ese pintor de pensamiento tajante y paradójico, atento siempre a la búsqueda de la autenticidad y de la esencia, y que por no estar seguro de encontrarlas, renuncia para siempre a la pintura refugiándose en la simplicidad del paraíso chiapaneco. Pero por lo demás, echa la salvedad, esta de Jusep Torres Campalans es una de las falsas biografías más logradas de la literatura en castellano. Una buena prueba del genio de Max Aub, cuya obra merecería mucha más atención.
Javier Aspiazu
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