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Pedro Ugarte, vida en la carretera

Lo primero, una confesión: Pedro Ugarte es colega y un colega al que tengo en alta consideración como persona y como escritor. Vaya esto por delante para que los que quieran despotricar contra este comentario puedan hacerlo arguyendo que los parabienes que se van a verter vienen dados por mi relación personal con el autor. Aunque claro, y lo digo con absoluta sinceridad, se equivocarían.

Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) es un autor de largo recorrido. Empezó, como muchos en la poesía, pero se curtió en el relato corto. A mí me gustan especialmente libros como Materiales para una expedición, La isla de Komodo y El mundo de los cabezas vacías. Luego dio el salto a la novela. Y ahí se ha ido probando, ensanchando sus límites. Y le han salido libros tan estupendos como Los cuerpos de las nadadoras (Premio Euskadi de Literatura), Una ciudad del norte, Casi inocentes (Premio Lengua de Trapo) y El país del dinero (Premio Logroño de Novela). Y ahora cuatro años después de sus últimos trabajos aparece este Perros en el camino.

La novela es una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre las relaciones personales y sobre la pasión, muchas veces malograda, por la creación, en este caso por la escritura. La novela es un lienzo en el que vemos dibujarse poco a poco las relaciones entre varios amigos que se conocen en la universidad y a los que une la pasión por la escritura. El foco de lo narrado se va a centrar en tres de ellos. Jorge, estudiante de derecho que acabará de oficinista en una sucursal bancaria; escritor frustrado porque carece de cualquier talento para la escritura. Sergio, su mejor amigo, un ser taciturno y solitario, pero con un gran carisma personal, que vive con pasión la literatura y que acabará convertido en un gran escritor aclamado por la crítica y devorado por los lectores. Y Ariana, estudiante también de derecho, que acabará entregada a una pasión amorosa por Sergio, a pesar de saber que Jorge le ama en secreto. A su alrededor pululan unos secundarios de lujo: Gonzalo Garrido, el chico burgués de clase alta que acabará convertido en un notario respetado; Amaya, una chica poco agraciada que acabará convertida en una gran poeta; Gastón, el entrañable novio de Amaya, aquejado de psoriasis, que acabará convertido en su secretario y representante; Ramiro González Brown, millonario agente mobiliario y poeta del montón; y Danielle Miranda, jefa de prensa de la editorial que publica los libros de Sergio. Ese microcosmos se verá golpeado con brutalidad cuando Sergio muera en un accidente de tráfico, tragedia tras la que se encierra otra tragedia personal que se desvelará bien avanzada la historia.

La novela está construida en torno a tres voces narrativas. Dos muy clásicas: la primera persona de uno de los protagonistas, Jorge, que acapara prácticamente toda lo narrado, y la tercera persona de un narrador omnisciente que se ocupa de contar aquellos aspectos de la historia, pocos, de los que Jorge no pudo tener información directa. Y luego hay un tercer plano que son las transcripciones de los diálogos, que se espolvorean durante la novela, que Jorge mantiene con un psicólogo que intenta desvelar el estado de angustia en el que vive el protagonista principal, estado que representan los perros muertos en el camino.

El libro es sobre todo un compendio de reflexiones sobre la vida y la creación literaria. Y está repleto de preguntas con algunas respuestas. ¿Para qué sirve la literatura? ¿Son petulantes aquellos que quieren vivir como artistas? ¿Se consideran superiores a los demás? ¿Por qué hay personas que son tan hermosas (“involuntariamente hermosas”) y otras tan poco agraciadas? ¿Es justa la discriminación por la belleza? ¿Las novelas de temporada merecen el homenaje de un subrayado? ¿Existe de verdad el pánico del autor ante la crítica? ¿Los escritores deben pasarlo mal para escribir bien? ¿Cómo decir “no” a un amigo que te pide presentar un libro que no te ha gustado? ¿Es necesario que las novelas tengan finales felices?

Estamos ante un magnífico ejercicio narrativo. Una novela que no es de tesis, pero que maneja muchas tesis. Una novela repleta de notables relatos psicológicos. Una novela que reivindica la verdad en las relaciones personales, aunque no toda la verdad (para que causar dolor innecesario). Una novela que concluye asegurando que la felicidad puede ser encontrada, incluso en las peores circunstancias. Por cierto la he subrayado mucho.

Enrique Martín

Kike Martin

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