Retrocedamos unos años. Volvamos a las recalificaciones, a los chanchullos inmobiliarios, a las comisiones ilegales, al paisaje de grúas, al ladrillo que se extendía, como lava blanca, por la costa mediterránea. Volvamos pues a los días del pelotazo y obtendremos la coordenada temporal de El Límite inferior. La coordenada espacial es también muy concreta: La Solana. Se trata de un pueblo costero del Levante español, un peñón unido a la península por un puente, uno de esos lugares de veraneo que una vez llegado octubre se vuelven tristes, hostiles. Fuera de temporada, en La Solana los bares y tiendas de souvenirs del paseo marítimo están cerrados; las buganvillas, tan floridas en agosto, han perdido su atractivo; las palanganas contienen las goteras en las urbanizaciones.
Pues fuera de temporada y bajo los rigores de una gota fría encontramos a los protagonistas de esta novela: un matrimonio en la últimas; él, Víctor, es un ingeniero metido en el jaleo urbanístico de forma tangencial; ella, Valeria, representa una especie de snob a la que la frivolidad
La novela está dividida en dos partes. En la primera se nos muestran las vidas de los personajes, que se entrecruzan, que se desean, y también la propia vida del pueblo que en algún momento fue de pescadores. En la segunda parte, la tormenta se desencadena y tienen lugar además una serie de acontecimientos inquietantes, como la desaparición de un niño -el hijo de la portera del edificio donde vive Brigitte– y un accidente de automóvil. Flota en la historia algo que barrunta el desplome final, el anegamiento, y eso hace que la tensión narrativa se mantenga y que el interés por continuar avanzando por esa ciénaga sentimental en la que parece convertirse La Solana para los personajes.
El límite inferior está cargado de realismo pero la prosa de Nere Basabe, en sus comparaciones e imágenes, no se sitúa a ras del suelo a tiempo completo. Los personajes, quizá especialmente Víctor y Brigitte, están bien construidos. La novela, estructurada en capítulos no demasiado extensos en los que el foco se sitúa de forma alterna en los distintos personajes, resulta muy ágil y es un acierto que toda la acción esté atomizada en un solo fin de semana ya que a pesar de la acotación temporal no resulta complicado imaginar, una vez concluida la lectura, cómo eran las vidas de los personajes antes y cómo lo serán tras ese fin de semana.
Son, por todo lo expuesto, las circunstancias personales de los protagonistas lo que empuja y mantienen esta historia que sin embargo cuenta mucho más que unas vidas más o menos azarosas, desgraciadas, frustradas, impostadas. El límite inferior recrea de manera formidable unos días que ya presagian también el principio del fin de un sistema llamado al desastre y que solo nos dejó en el lodazal que queda después de la tormenta. La bilbaína Nere Basabe, licenciada en Filosofía y Ciencias Políticas y Doctora en Historia del Pensamiento Político supo preverlo y contarlo después.
Txani Rodríguez
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