“Bihozkada bat daukat, esaten diot X-ri orduan, benetan sinesten baitut susmo okerren bat izanez gero (eta maiz izaten ditut) ozenki esaten baldin badut, ez dela gertatuko”. Este párrafo resume la razón por la que la narradora de este libro decide escribir sobre la muerte del hombre que ama. Y me ha resultado familiar esa idea de la escritora bermeotarra Alaine Agirre: a veces creemos, algunas personas, que si hablamos de alguno de nuestros temores, lo exorcizamos. Todos, o casi todos, creemos tener nuestras propias formas de conjurar los pensamientos que nos aterran. Y contarlos en voz alta tiene sentido: siempre se ha dicho que la palabra vence al miedo.
Esta novela breve comienza con el anuncio de la muerte de X. Una mañana él no despierta y su compañera le besa y le acaricia y le habla, como cada día, y parece no resignarse a la idea de que X ha fallecido.
La narradora desvela el miedo a que X tenga un accidente de cualquier tipo; el miedo que siente cuando ve en la pantalla del móvil un número de teléfono desconocido porque piensa que van a informarle de su muerte; el miedo que, en definitiva, la empuja a las más tristes prospecciones. Ella se pregunta, por ejemplo, cómo le comunicaría la fatal noticia a la madre de su compañero, si serían ambas capaces de sobrevivir sin él, y trata de imaginar las consecuencias últimas de su muerte: “Eta orduan ohartu naiz, odol-tanta horiek jada ez naizela X-ren haurraren ama izango esatera etorri direla.” Esta reflexión sobre la pérdida del ser querido aborda también la idea del abandono, de que quien amamos deje de querernos, algo que lleva a la narradora a hablar de los celos: “Zeloak X-k maitatu zituen emakumeengatik, zeloak X-k maitatu ez zituen baina maitatu neharko zituzkeen emakumeengatik, zeloak heriotzarengatik. Zeloen kulpaz lohitu zait barua, ia konturatu gabe”.
Por tanto, X hil da es una forma de alejarse del miedo y de la obsesión, es una forma de expiar los malos pensamientos y de conjurar ideas que nos paralizan. ¿Quién no se ha desvelado alguna noche pensando en la muerte de alguno de sus seres queridos? Toda esa angustia, esa desazón, la traslada a estas páginas Alaine Agirre con emoción, plasticidad y ritmo.
Txani Rodríguez
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