Así comienza El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez. Lo mejor de la producción de este maestro de la prosa, tan enraizado en las costumbres y paisaje de su Galicia natal, se inscribe dentro del género de la novela corta, cercano, por su concisión y dimensiones, al periodismo que ejerció desde la temprana edad de 15 años. Autor de unas 40 novelas, entre las que destacan Volvoreta ó El malvado Carabel, además de la que hoy comentamos, en la mayoría de ellas se aprecia el enfoque del autor: una perspectiva cargada de ternura y humor respecto a los hombres y de lirismo en su descripción de la naturaleza.
El bosque animado es la novela más conocida y representativa de este escritor coruñés; se publicó en 1943, cuando el autor tenía 62 años y enseguida fue considerada su testamento espiritual. Estamos ante una obra insólita porque es rigurosamente coral, y tal como el título indica, es todo el bosque, toda la fraga de Cecebre, con la multitud de seres que la habitan, la que se anima y cobra vida ante nuestros ojos gracias a la pluma del autor. Una fraga, para el oyente que no lo sepa, es un bosque desordenado en el que se entremezclan todo tipo de árboles. En la de Cecebre, los árboles se comunican entre sí. Y animales tan humildes como los topos, o las moscas, a cuya asamblea asistimos, pasando por el maltratado perro de los Esmorís, nos cuentan su historia y sus encontronazos con los hombres. Pero también conocemos las vicisitudes de los humanos que habitan la fraga: entre otros muchos, el cojo Gilberto, zahorí de la comarca, la hambrienta Marica y su hija Petrilla, el terrateniente d’Abondo y, por supuesto, el compasivo bandido Fendetestas, a quien todos recordarán con la cara y las trazas de Alfredo Landa, por la adaptación cinematográfica de José Luis Cuerda. Incluso los fantasmas de la Santa Compaña, que atraviesan de noche la fraga, son especialmente sociables y alguno, como el cuitado Fiz de Cotobelo, lleva siempre “mojada su sábana de tanta agua bendita como le arrojan”.
Fernández Flórez presenta la naturaleza como un universo orgánico, interdependiente, en el que vegetación, animales, hombres y hasta espíritus, tienen su sitio, y se utilizan o se ayudan entre sí para continuar el eterno ciclo de la vida. Llena de originalidad y de gracia, esta novela les sorprenderá, tanto por su enfoque panteísta, como por el dominio del lenguaje y la gran imaginación del autor. Nos referimos a El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez.
Javier Aspiazu
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