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Mikel Hernández Abaitua o nadie es una isla

Airearen isla es la nueva novela del escritor gasteiztarra afincado en Donostia, Mikel Hernández Abaitua. La historia tiene como protagonista a  Joseba, un hombre que ronda la cuarentena y que trabaja como locutor de radio. Experto en música de décadas pasadas y bajista diletante, presenta también un programa de libros ya que la crítica literaria es su auténtica vocación. Ya en las primeras páginas sabremos que su novia acaba de dejarle por una razón muy concreta: él no quiere tener hijos . Joseba se nos muestra como un hombre lleno de manías y liturgias que parece llevar peor el hecho de vivir solo que la separación en sí de la mujer que creía amar. Pronto sabremos también que trabaja en la edición trilingüe de una antología de poesía vasca y que decide, a última hora, incluir la obra de un poeta, Antxon Bengoetxea, que no tenía en gran estima pero que le sorprende con su último libro. Sin avanzar demasiados aspectos de la trama, podemos decir que se darán dos cambios importantes en su vida: por un lado, le ofrecen trabajar como editor en Itzurun -una editorial que puede identificarse con Erein-, y que aceptará la oferta, entre otras razones, porque podrá trabajar con un autor que admira muchísimo, Gabriel Iturbe, un trasunto de Ramón Saizarbitoria. Por otro lado, iniciará una relación con una conductora de autobuses urbanos de Donostia, Irati, una joven pelirroja con un pasado doloroso a sus espaldas. En esos momentos, todo parece prometedor pero, como suele suceder, las cosas se complicarán,  o mejor dicho, las complicará el propio Joseba.

La literatura, -el plagio, los egos, la mentira que a veces conlleva-, protagoniza la trama secundaria de una novela en la que la música y el ciclismo (un deporte al que Hernández Abaitua es muy aficionado) tienen también espacio. La acción no es trepidante, pero el lector avanzará a través de las páginas llevado, sobre todo, por el interés que despierta la evolución de la relación de los protagonistas, y por la sensación de que hay piezas, elementos (el poeta Antxon Bengoetxea, por ejemplo) que, sin duda, están llamados a desempeñar un papel más relevante de lo que, en un principio, podría parecer. Los personajes están bien trabajados (aunque la primera conversación que mantienen Irati y Joseba puede pecar de excesiva densidad) y hay detalles de la intimidad del hombre que me han resultado muy interesantes. Pero en todo momento, la galería de personajes aparece lo suficientemente bien armada como para sostener la historia. Otro aspecto destacable de Airearen isla es, sin duda, el escenario en el que transcurre la acción: Donostia, que aparece hermosa, como es, y reconocible en sus barrios, en sus rincones, en su perfil asomado al mar, el más conocido, y en otros menos icónicos.

En resumen, la novela –que es sobre todo una historia de amor- reúne elementos suficientes como para proporcionar una buena lectura, y propone una reflexión sobre lo mucho que les cuesta madurar a algunos hombres.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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