Así comienza La felicidad conyugal de León Tolstoi. Esta novela corta, publicada en 1859 cuando el autor iniciaba su treintena, es una de las primeras creaciones notables en su larga carrera. El joven Tolstoi nos ofrece en La felicidad conyugal una diáfana exposición de la transformación del amor, con toda la pasión y la alegría de sus inicios, en algo que podríamos llamar amistad conyugal. Para ello, y este es uno de los aspectos más destacables del libro, se mete en la piel de Masha, una adolescente de 17 años cuando comienza el relato, que acaba de quedarse huérfana. Tolstoi consigue que la expresión de sus emociones e inquietudes resulte perfectamente natural y creíble. Masha cuenta en primera persona la historia de su relación con su tutor y futuro marido, Sergei Mijailich, casi 20 años mayor que ella, reacio en un principio, por la diferencia de edad y de experiencias en la vida, a la atracción que comienza a sentir.
Como siempre, Tolstoi ofrece descripciones espléndidas de la naturaleza y las labores del campo, en este caso la siega del trigo, convertida en telón de fondo del enamoramiento. Pero sin duda, lo más sobresaliente de la novela es el profundo conocimiento de los sentimientos que demuestra el autor cuando narra el progresivo deterioro del amor: en la estrecha unión con su marido, hay un ámbito que Masha no comparte con Sergei, las labores de administración de las tierras que éste posee. Eso le hace sentirse excluida, y que su vida doméstica le parezca inútil y aburrida. La solución pasa por dejar la aldea y acudir a Petersburgo, donde Masha conocerá los salones cortesanos y las relaciones mundanas, algo que Sergei desprecia. A partir de ahí los malentendidos se suceden, los silencios entre ambos se convierten en atribuciones erróneas y en ofensas, y de la fusión amorosa inicial pasarán a una convivencia amistosa sustentada en los hijos y el recuerdo del pasado, un proceso que Tolstoi considera irreversible.
Ediciones Acantilado publicó en 2012 la traducción más reciente de este bello y amargo relato. Si quieren disfrutar con la clarividencia del joven Tolstoi, y saber por qué las relaciones amorosas se van convirtiendo en otra cosa con el tiempo, no duden en leer La felicidad conyugal.
Javier Aspiazu
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