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Enrigue, los indios y una historia de familia

El título de esta novela se toma de las palabras que al parecer dijo Gerónimo, el caudillo apache, cuando se rindió a los soldados estadounidenses para escapar de los mejicanos que tenían intenciones más sangrientas con respecto a él. Es un buen título que cobija la historia de Camila, cuyo rancho ha sido asaltado por los apaches y ella raptada, la de José María Zuloaga, teniente coronel del ejército mejicano que reúne a un grupo heterogéneo para perseguirlos, una crónica de las andanzas de Gerónimo, naturalmente, y una sección donde el autor mejicano se lanza de cabeza a la autoficción, es decir nos cuenta su vida que no tiene demasiada relación con todo lo anterior, salvo en el escenario, pero que parece que le apetecía contar. Y que vista la flojedad de los argumentos y la escasa emoción de sus viajes, aunque eso de no aceptar la nacionalidad española para no rendir pleitesía al rey tiene su gracia, incluye una crónica de las andanzas del jefe apache Cochise.

Esto en la primera parte, la mejor. En la segunda desaparecen Camila y José María y nos quedamos con la familia de Enrigue y Gerónimo, cuyo recorrido es visto a través de diferentes personajes que, más o menos, tienen relación con su historia. Y sigue la  reivindicación de la literatura que aparece con frecuencia en estas páginas. Lamentablemente la ambición de la propuesta, llamémosla así, se come la narración. Esta es la parte que más necesita un recorte porque hay cosas que no se saben a dónde van, y a veces ni que son, me gustaría, por ejemplo, hablar con el autor para que me explicara el segmento de Damiancito. Pero ahí está. Las setenta últimas páginas, la tercera parte, vienen a cerrar todos los canales abiertos, con una mezcla de intento de novela epistolar entre militares y narración convencional para el resto de los implicados. La novela remonta vuelo de nuevo, aunque es más bien anticlimática porque todos los temas han ido terminando sus tramas.

Por lo leído, desconozco los libros anteriores de Enrigue, al autor se le da mejor la narración física, la aventura, las peripecias, que la introspección. No dudo de su afán de reivindicación de la apachería, su abundante documentación, su esfuerzo por capturar el ambiente y por trasmitir la tragedia que se vivió en aquellas tierras en el siglo XIX, pero solo a él debe adjudicársele el relativo fracaso del empeño. Y es que la primera parte es muy buena, ya lo hemos dicho, incluso le perdonamos las incursiones de la autoficción, pero en la segunda pierde todo el crédito acumulado. Un buen editor quizá debería haber intervenido y aconsejado una revisión del original. Pero, lástima, no ha sido así.

No obstante recomiendo su lectura por las muchas páginas interesantes que contiene y por la aportación que hace a un género no muy abundante en las librerías ahora mismo. Los aficionados al western ya saben que es lo que tienen que hacer. Hacerse con el libro.

Félix Linares

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