Siempre me ha sorprendido la cantidad de escritos que pululan por ahí sobre el mundo de la empresa. No me refiero a las novelas que hablan del enfrentamiento entre los de arriba y los de abajo, ni las historias que reflexionan sobre los desmanes sociales y personales que ha provocado la crisis económica. No, me refiero a toda esa “literatura” que se ha generado sobre las buenas “prácticas empresariales” y las correctas “relaciones interprofesionales” que han de guiar la vida en las empresas, esas nuevas ideas que parecen, solo parecen, guiar por el buen camino a los departamentos de personal de las empresas, rebautizados, con bastante sorna según mi opinión, como de “recursos humanos”. Paparruchas: neocapitalismo puro y duro.
Ana E. Arenaza (Bilbao, 1968) trabaja en la “gestión de personas” y es habitual en seminarios y charlas sobre habilidades y desarrollo personal. Aunque también imparte talleres literarios y de magia (!). Acaba de publicar su primera novela, ¡No eres de azúcar, baila bajo la lluvia!, tras haber ganado varios concursos literarios. En la novela aúna sus dos pasiones, la escritura y su trabajo profesional. En ella se cuenta la historia de Jaime, que tras años de dedicación a su empresa, recibe por parte de Pedro, su jefe, una “propuesta de desvinculación de la Compañía”, vamos, la carta de despido. La razón que le dan es que
Arenaza se mueve entre la crítica a un sistema absurdo de relaciones laborales que personifica en las figuras del director financiero (“recortar, recortar, recortar”) y la directora de recursos humanos (“be happy, my darling”) y una bienintencionada llamada a la superación de los malos momentos laborales y a tomar el “toro por los cuernos”. Hay algunas reflexiones interesantes, otras hilarantes y agudas, como ese catálogo de mandamientos para “mejorar” la empresa que empieza con un “amarás a la Compañía sobre todas las cosas” y termina con un “no codiciarás los bienes de la dirección y fundadores de la Compañía”. Pero finalmente me queda una sensación de perplejidad (sé que no soy muy bueno interpretando las sutilezas), no sé si todo es una gran broma, una gran parodia del sistema, o es otra forma de validar ese sistema. Porque en el fondo no se cuestiona el sistema, sino una forma de aplicarlo, que curiosamente es la forma mayoritaria de aplicarlo. ¿Entonces? Porque si todo el sistema funciona de la misma manera, y funciona mal, ¿cómo es posible defenderlo? ¿No será mejor sustituirlo por otro?
Por cierto (1), odio a Yoshiro-san. He llegado a la conclusión de que es un empleado de la empresa que me ha despedido, el azucarillo que quieren que me tome para que todo no me sepa tan amargo. ¡No soy un azucarillo, ni tampoco el tonto que baila al son que le marca el sistema!
Por cierto (2), curioso que el libro haya sido publicado por Profit, una editorial especializada en libros de empresa y en libros para vivir mejor, y no en una editorial literaria.
En todo caso, una novela que provoca multitud de reflexiones, y no es poca cosa para estos tiempos insulsos y crueles de pensamiento líquido.
Enrique Martín
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