Cuando hemos vivido situaciones emocionalmente intensas que han marcado un momento de nuestra vida de algún modo o cuando tenemos asuntos pendientes, se nos repiten escenas que además se desarrollan a menudo de una manera similar. Suelen tener un final común en el que confirmamos una creencia o una conclusión sobre la vida. Por ejemplo, cuando ha acabado inesperadamente una relación de pareja significativa, podemos recordar una y otra vez escenas de la vida en común, que a menudo culminan en la ruptura y las sensaciones que la acompañaron. No es extraño que entonces nos demos mensajes sobre nosotros mismos, la otra persona o la vida en general, que vamos confirmando, no sólo a través de las experiencias, sino a medida que vemos, pensamos y sentimos estas fantasías. Nos damos cuerda a nosotros mismos hasta el punto de convertir ese mundo interno de imágenes y recuerdos o hacia el futuro, de prospecciones, en un sistema cerrado de autorreferencia y confirmación de creencias.
Entonces, vivimos auténticamente una historia de fantasmas que a menudo, como en el cine, tratan de enviarnos algún mensaje, o de concluir una tarea pendiente antes de desaparecer. En las películas suele ser algo que los difuntos no pudieron hacer en vida, pero en nuestro caso se suele tratar de una necesidad no cubierta en aquella situación o algo que no pudimos hacer para cubrirla, y con necesidad me refiero a algo irrenunciable y al mismo tiempo irreconciliable con dicha situación. Quizá, siguiendo con el ejemplo anterior, en aquella relación de pareja no hubo la iniciativa que yo necesitaba, o las muestras de afecto no recibían respuesta, lo cual dejó una sensación de ruptura del contacto mucho antes de la ruptura oficial. Recordando estas sensaciones, pensando en ellas, por un lado vamos cerrando las heridas, pero cuando se convierte en una revisión reiterada y parcial, lejos de cumplir esta función los relatos para uno mismo o para una misma infectan dichas heridas.
La otra cara de la moneda es que cuando las historias de fantasmas se van acabando, cuando cubrimos nuestra necesidades en relaciones nuevas, la proyección puede cambiar, y la luz dramática del cine interno puede mostrar películas con nuevos finales, nuevas conclusiones y, sobre todo, películas más realistas.
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