Recupero esta emoción de la mano de V. Simón y su libro La compasión: el corazón del mindfulness la última elección de nuestra tertulia emocional.
Compasión difícil de predicar, difícil de practicar, compleja de explicar. Quizá uno de los más difíciles e impracticables comportamientos humanos. Tan necesaria como respirar. ¿Cómo –si no- mantener equilibrios entre 7,250 millones de personas que habitamos este planeta?
Habitualmente confundida con pena, con la lástima hacia quien sufre desgracias.
Desgraciadamente, olvidamos su compromiso reparador, la búsqueda del alivio, su esfuerzo por remediar el padecimiento padecido por tu prójimo.
Nos recuerda Simón que como seres sintientes “la compasión nos pide tratar a las personas como nos gustaría ser tratados”. ¡Gracias por el recordatorio este viernes 13 teñido de sangre y muerte!
Tras un recorrido histórico por Aristóteles y Cicerón y su visión de lo injusto, por Séneca y su clemencia, por Vives y la humanidad compartida, llega el autor a una “traducción por compasión”: el deseo de que las y los demás estén libres de sufrimiento. Y disfruten de la felicidad.
Aporta algunas bases neurológicas así como estudios que evidencian que la compasión forma parte de un “egoísmo inteligente”: hacer el bien, sin mirar a quien, es rentable, nos hace más felices y mejora nuestra salud. Su contrario, la hostilidad, nos enferma.. Sin embargo, hoy, entre todas y todos, estamos generando unos resultados por nadie deseados.
No se trata de un libro de lectura. Más bien, un entrenamiento.
Me parece sugerente su visión de la compasión como capacidad y proceso que integra dimensiones cognitivas, afectivas y motivacionales. Más allá de los sentimientos, Simón tiene una visión de la compasión “en positivo” como CAPACIDAD APRENDIBLE, ENTRENABLE. Por ende, MEJORABLE. Como el verbo aprender, amar y otros tantos, también compadecer soporta mal el imperativo. Tiene que nacer “desde dentro”.
Aquí está la clave de bóveda. “Compasión y autocompasión son habilidades que pueden ser entrenadas, fortalezas que nos permiten transformar para bien el sufrimiento emocional, que producen cambios cerebrales que contribuyen a mejorar las relaciones interpersonales, a aumentar nuestra sabiduría, nuestra salud y nuestra felicidad”.
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