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Guillermo Saccomanno, un descubrimiento argentino

Empecemos por una obviedad: El oficinista no ofrece nada nuevo. El protagonista es un “pringao”, una especie de Señor López, el de Las puertitas, aquel cómic de Carlos Trillo y Horacio Altuna, y hablamos de cómic porque Saccomanno sabe bastante de este género, un tipo rebasado por la vida, por sus jefes, por sus compañeros, por su familia, por la ciudad en la vive. El oficinista trabaja mucho, envidia a un compañero, está enamorado de una secretaria, sale tarde de la oficina porque le aterra volver a una casa donde su mujer le insulta y le maltrata y su camada le ignora. El oficinista tiene una vida triste en una ciudad en estado de sitio donde se suceden los atentados y las fuerzas del orden merodean constantemente, donde las balas silban, donde las bandas marcan su ley, donde el metro es un lugar peligroso, y las calles mucho mas. El oficinista es un miserable que cree que es mejor que los que le rodean, pero es un tipo que, en cuanto puede, practica lo mismo que desprecia. Es también, un pusilánime que busca los caminos mas abyectos para conseguir sus fines. Un tipo peligroso este oficinista. Pertenece a una tradición de personajes literarios muy aprovechables porque a través de ellos los autores pueden retratar todos los puntos oscuros de la sociedad. Pero ya está hecho, todo eso ya se ha escrito. El oficinista (Seix Barral) no presenta nada nuevo, ni en el escenario (una recreación de los tiempos de la dictadura argentina), ni en los personajes (todos estereotipos que no se salen de las líneas establecidas), ni en las situaciones (ahora le bailo el agua al jefe, luego seduzco a la secretaria a base de hacerme el simple, a continuación empatizo con el compañero y le cuento mis miserias, mas tarde recorro la ciudad y encuentro gente extravagante y/o peligrosa). Pero, cuenta tan bien Saccomanno, maneja con tanta inteligencia las acciones y las pausas, los conflictos y su ausencia, los tópicos y sus repeticiones, que leer esta novela es un grato ejercicio de reencuentro. Y lamento profundamente que sus otros escritos no estén publicados entre nosotros porque me apetecería mucho leerlos, ya que si una novela como esta que no aporta novedades me ha gustado tanto, estoy seguro que con una mínima originalidad me entusiasmaría. Es bueno Saccomanno. No solo escribe bien, sino que marca muy efectivamente los tiempos, introduce los temas cuando corresponde, saca a primer plano ciertas figuras recurrentes (el hijo preferido del protagonista por ejemplo que vuelve a su memoria para justificar algunos de sus actos), da intensidad a los momentos e introduce los giros cuando corresponde. He leído El oficinista de un tirón. Sabe a poco. Quizá con algunas subtramas mas, algunos personajes que enriquezcan la intriga, posiblemente con algún agobio adicional para nuestro héroe, la novela quedaría mas redonda. Pero, bueno, ¿que hacemos marcando fórmulas a los creadores? El oficinista de Guillermo Saccomanno es esto. Y está muy bien. Léanla. Nos agradecerán la recomendación.

Félix Linares

Kike Martin

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