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Elvira Lindo: el corazón desnudo transformado en novela

La sensación de que sólo el lado alegre de tu carácter atraía el cariño de los demás o de que tu mayor cualidad consistía en una misteriosa habilidad para que el dinero acudiera a tus manos se convertía, o así lo he vivido yo muchas veces en mi prolongadísima inmadurez, en la prueba de que no estaba hecha para ser amada como cualquier persona sino como simple compañera de diversión”. Esta frase amarga la pronuncia la narradora de Lo que nos queda por vivir (Seix Barral), la nueva novela de Elvira Lindo. Pero precisamente, da la sensación de que la mujer que conocemos, de forma muy íntima, en las páginas de este libro, busca exactamente lo contrario a mostrar el lado amable y alegre de su ser. Más bien, puede afirmarse que Antonia, la protagonista, da un paso al frente y dice: ésta soy yo y esto, lo vivido. Sin adornos.

Elvira Lindo ha puesto el corazón en la confección de esta novela, que sin ser ni estar cerca de unas memorias, sí tiene tintes autobiográficos. Lo que me queda por vivir es el testimonio sincero, en ocasiones muy emotivo, y siempre cercano, de una joven locutora de radio, que se separa de su marido cuando su hijo tiene cuatro años, que se ve sola en el Madrid de los 80, y que se siente perdida y consagrada a un compás de espera que la daña. En estas páginas, por las que discurre una existencia que, si fuera esquematizada no sería muy diferente de otras muchas, la narradora rememora su infancia errante, la juventud y su nervio, la pérdida temprana de su madre, los días en el pueblo, la recia protección de su tía, la militancia política y su inercia, experiencias amorosas y sexuales. Pero, la voz de la protagonista, que terminará por resultar muy familiar al lector, se centra de una forma singularmente intensa en su hijo, un niño que, nos confiesa, la protegió y la obligó a sobrevivir. Hay ternura, cierta culpabilidad y poca autocompasión en esa mujer que hace inventario de sus pesadumbres, derrotas, titubeos y errores, muchos tan parecidos a los nuestros.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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