Si conocen ustedes las novelas de Dennis Lehane olviden este comentario porque voy a repetirme. No es la primera vez que les cuento que Lehane me parece el máximo representante de la novela negra estadounidense en estos momentos. Yo diría que de la novela negra en general. Es muy conocido porque Mystic River y Shutter Island han sido llevadas al cine por cineastas de prestigio como Clint Eastwood y Martin Scorsese, pero creo que merece un reconocimiento especial por una serie protagonizada por dos detectives privados, Patrick Kenzie y Angela Gennaro, que también pasaron por el cine aunque de la mano de un director menos conocido que los anteriores, pero igualmente interesante, como es Ben Affleck, en la película Adios, pequeña, adios. Aunque entre nosotros esta serie comenzó a publicarse justamente por esta novela, la cuarta, ahora se están recuperando las primeras. El año pasado se publicó Un trago antes de la guerra, ahora se ha presentado Abrázame, oscuridad y pronto lo hará Lo que es sagrado, además se reeditará Plegarias de la noche y, suponemos, se presentará pronto la sexta de la colección, editada en Estados Unidos este año y titulada La milla de luz de luna. Si quieren echar un vistazo a estos dos personajes pueden empezar por el título mas fácil de encontrar en las librerías ahora mismo, Abrázame, oscuridad, una novela que tiene todos los elementos que hacen grande a esta serie. Es curioso como Lehane utiliza las convenciones del género: a los protagonistas les encargan un trabajo, investigan, descubren cosas, los personajes van apareciendo, y les aseguro que siempre hay varios memorables, los asuntos se lían, la vida de los protagonistas también se complica (Ángela se ha divorciado de un maltratador que, arrepentido, se convierte en una molesta presencia recurrente, mientras que Patrick sigue luchando con la sombra de su padre, un héroe para la comunidad, una fiera para su familia), la investigación se mezcla con su vida privada, los descubrimientos llevan a nuevas incógnitas, estas a nuevos pasos hacia la solución definitiva. Lehane también cumple como escritor, dialoga estupendamente, crea frases redondas, impactantes, mide perfectamente la duración de cada escena. Y, a todo esto, es capaz de añadir con frecuencia algunos elementos sorprendentes, y de añadir emoción a la narración, y de llevar al lector por caminos diferentes incluso cuando este cree que ya ha pillado la dirección que le llevará al final. Confesaré que he leído de un tirón las últimas ciento cincuenta páginas de Abrázame, oscuridad y conseguir eso en una novela que rebasa de largo las cuatrocientas páginas me parece un logro nada desdeñable. Y eso en la que fue su segunda novela, escrita hace ya catorce años. No quiero ni pensar lo que nos proporcionará la nueva aventura de nuestros héroes después de la maestría desarrollada en sus restantes títulos. No hay en este comentario afán de promocionar las novelas de Dennis Lehane porque no lo necesita, porque sus libros se venden bien y está asegurada la publicación del resto de su producción, pero si hay en él una necesidad de que ustedes comprendan que si se pierden a Lehane se están perdiendo algunas de las mejores novelas de los últimos tiempos. Y ya nos da el mercado demasiados disgustos como para que no aprovechemos las pocas alegrías que nos proporciona.
Félix Linares
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