Pompas de papel

Esta novela cumple con el principio que Cecil B. de Mille aplicaba a las buenas películas: empezar con una catástrofe y seguir hacia arriba. Busca mi rostro comienza con un atentado en Nueva York. Una fotógrafa recoge imágenes del suceso. Esta mujer estuvo en las guerras de la antigua Yugoslavia y en una de esas fotografías cree descubrir a un criminal de guerra.

Busca mi rostro (Plaza-Janés) comienza como un thriller. Ignacio del Valle ya había escrito varios, entre ellos El tiempo de los emperadores extraños que fue llevado al cine por Gerardo Herrero con el título de Sangre en la nieve, y otras dos novelas con el mismo protagonista. Como en aquellos títulos el formato de novela de acción no oculta los verdaderos intereses del autor: hablarnos de las cuestiones que le preocupan y crear una relato literariamente potente. Entre las primeras está el análisis de las máscaras que nos ocultan y las fuerzas que nos empujan, por ejemplo el síndrome de Atila, la necesidad de algunos humanos de realizar actos notorios que conlleven la destrucción de otros. En el segundo plano, la creación literaria, nos encontramos una estructura semejante a la de los best-sellers, con diferentes líneas narrativas que en pequeños fragmentos hacen avanzar la acción, pero que son utilizadas inteligentemente por el autor para conseguir sus fines. Por una parte la fotógrafa viaja a los Balcanes a buscar al asesino o sus huellas, por otra dos policías de Nueva York tratan de descubrir a los culpables del atentado y van abriendo nuevas puertas a realidades estremecedoras, mientras que se muestran también la vida privada de los protagonistas, las mentiras que sustentan su aparente equilibrio y la necesidad de acabar con los fantasmas que les atormentan. Las historias no interfieren entre sí y cada fragmento tiene la medida perfecta para que el lector siga interesado, gracias a la evolución del relato y a los nuevos personajes a cual más interesante que van apareciendo.

Del Valle no elude el suspense porque es una buena base para manejar su historia, pero está más interesado en la definición de los personajes, en el análisis social, la denuncia política, el retrato humano, la observación del amor, el examen de nuestras obsesiones. Todo ello contado con una precisión ejemplar, minuciosa y hermosa. Y una mención especial para los diálogos, breves, contundentes, ejemplares. Y, sin querer revelar nada más digamos que el final, los finales, está a la altura del desarrollo y no defraudará a los que se hayan atrevido a adentrarse en las páginas de Busca mi rostro, una de las novelas más satisfactorias de la actual temporada. Y de otras muchas.

Félix Linares