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Kevin Powers, desnudando la guerra de Irak

La literatura antibélica estadounidense tiene una larga trayectoria. Stephen Crane dejó un panorama desolador de la Guerra Civil estadounidense en La roja insignia del valor. Adiós a las armas de Ernest Hemingway retrataba con crudeza el adiós a la inocencia de un joven idealista durante la I Guerra Mundial. Kurt Vonnegut desmontó el heroísmo de la II Guerra Mundial en Matadero Cinco. Y en Las cosas que llevaban los hombres que lucharon Tim O’Brien desnudaba la Guerra del Vietnam. Así que no es de extrañar que le haya llegado el turno a la Guerra de Irak. El encargado de desmenuzarla con su primera novela ha sido Kevin Powers (Richmond, 1980), otro ex combatiente, que estuvo en Irak en 2004 y 2005.

Los pájaros amarillos (Sexto Piso) narra la historia de amistad entre dos soldados, el “veterano” de veintiún años Bartle y el joven Murphy de dieciocho, protector y protegido por mor de las órdenes de un sargento de su compañía, el duro y fiable Sterling, con el que todos quieren estar en combate. Nada más comenzar la novela sabemos que Murphy ha fallecido, aunque no sabemos cómo. La novela nos narra alternativamente lo que sucede con Bartle una vez abandonado el ejército y lo que sucedió en aquellos días en que los dos amigos combatieron en las calles de Al Tafar en la provincia iraquí de Nínive enrolados en un pelotón de infantería.

El retrato de la historia en el campo de batalla es duro, inquietante y poético. La violencia estalla tras horas y días de tedio y contemplación. La tensión se hace a veces insufrible. El espíritu se corrompe. Cuando alguien muere, das gracias a Dios por no ser tú el cadáver que contempla con estupor y pena todo tu pelotón. Pero, paradójicamente, el paisaje de la primavera iraquí puede inspirar los pensamientos más hermosos. La guerra no es hermosa, evidente, pero tiene momentos de increíble belleza.

El retrato del regreso del soldado es desolador. Nadie entiende tu sufrimiento, solo alguien que haya pasado por lo que tú has pasado. El tedio de la vida civil –nunca pasa nada aparentemente extraordinario, no estalla una bomba de mortero, no te encuentras en tu camino una bala perdida- crea un vacío alrededor del retornado, una náusea que en muchos casos conduce a la locura, a la psicosis antisocial. Aunque el paso del tiempo te hará comprender que, como dice la novela, “todo el dolor es el mismo. Solo cambian los detalles”.

Un libro que te revuelve las entrañas, escrito con un dominio del lenguaje y de la composición poética inusuales en una primera novela. Una narración que se mueve entre el relato autobiográfico, la crónica cuasi periodística, la reflexión íntima y la novela de intriga, una intriga que se resuelve magistralmente en los dos últimos capítulos. Kevin Powers. No olviden su nombre, dará que hablar.

Enrique Martín

Kike Martin

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