“Una semana laboral de 21 horas ayudaría a que la gente saliera de la rueda del consumo. Si una semana laboral de menos horas de trabajo se convirtiera en la norma, con la gente empleando su tiempo de forma diferente y mucha gente ganando menos, cambiaría la idea que se tiene de lo que es una buena vida y de cuánto dinero se “necesita” para vivir. Para servir a los intereses del “hipercapitalismo” de la última mitad del siglo XX, nos hemos hecho la idea de que vivimos para trabajar, trabajamos para ganar y ganamos para consumir. No consumimos únicamente para sobrevivir y progresar y disfrutar de la vida, sino más bien para señalar quiénes somos y qué lugar ocupamos en el mundo, en especial en relación con los demás. Lo que creemos que necesitamos y lo que satisface nuestras necesidades está muy por encima de lo que realmente necesitamos para vivir bien y de forma satisfactoria. Compramos mucho más de lo que se necesita. De forma directa o indirecta lo que compramos consume recursos naturales que son finitos y de los que, por otra parte, dependen en última instancia nuestras vidas. Una semana laboral más corta transformaría la lógica del trabajo remunerado y ayudaría a cambiar nuestra forma de valorar las cosas. Se facilitaría el desarrollo de una cultura más igualitaria y también se podría reducir el tipo de consumo derivado de la ansiedad que genera el status, o la necesidad de mantener un lugar en la sociedad. Podríamos estar menos ligados a un consumo intensivo en carbono y más ligados a las relaciones, al tiempo libre y a lugares que absorban más de nuestro tiempo y menos de nuestro dinero.”
La propuesta que se detalla en esta obra tiene el gran valor de hacer nacer la ilusión por un futuro más equilibrado en todos los sentidos. Y lo subrayamos porque constatar la deriva de nuestras supuestas democracias no hace más que sembrar desaliento y desesperación. Por tanto, ser conscientes de los problemas económicos, sociales y medioambientales sí, pero también construir nuevos modelos sociales donde a nadie le falte la renta básica de subsistencia independientemente de que trabaje o no, donde los ingresos máximos estén limitados, donde se respete este medioambiente que nos mantiene vivos… donde, en una palabra, se pueda vivir. Un primer paso puede ser éste de trabajar menos, repartirlo mejor y recuperar el sentido de nuestras vidas.
Jokin Aldazabal
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