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Gracias a Dios, de nuevo la chifladura de James Thurber

James Thurber (1894-1961) es un escritor gracioso. No en el sentido de graciosete, de chiste fácil e imagen contundente, sino en el de “gracioso de humor inteligente, fino y tierno, no exento de una cierta sorna, crueldad y mala leche”. Fue un escritor que se curtió en el cuento, en el mundo de la mítica revista The New Yorker de los años cincuenta. Allí publicó casi toda su obra, que luego fue recogida en antologías que adquirieron justa fama y popularidad. Algunas de esos libros se han traducido al castellano y publicado recientemente como ¿Es necesario el sexo? , Carnaval, Los 13 relojes  y, seguramente el más famoso, La vida secreta de Walter Mitty y otras historias. La historia de Walter Mitty ha sido llevada al cine dos veces, una en 1947 protagonizada Danny Kaye y la última hace tan solo unos meses con Ben Stiller en el papel principal.

La Maravillosa O narra la historia de un grupo de piratas comandados por Littlejack, que tiene un mapa del tesoro y un loro, y el siniestro señor Black, el capitán del barco y de su malencarada tripulación. Al llegar a la isla donde teóricamente se encuentra el tesoro, la encuentran habitada por gente encantadora, entre ellos el señor Andrews, el poeta y la señorita Andrea, la que encuentra un libro de magia. Los piratas se sienten engañados cuando los habitantes de la isla les aseguran que en su país no existe ningún tesoro. Enrabietados y enfadados deciden ponerlo todo patas arriba: registran casas y campos, cavan en bosques y prados, secan torrentes y pozos, levantan suelos y tejados… y deciden destruir, como venganza, la letra O. Como lo oyen, la letra O. Y emiten una ley, tras hacerse con el poder y ayudados por el inefable Hyde, un jurista del lugar que odia a sus convecinos, que obliga “a tachar ó borrar la O de todas las palabras que la lleven en libros, signos ó carteles”. De tal manera que deben imprimirse nuevos libros y pintar nuevos carteles sin la letra O. Y cuando el tesoro sigue sin aparecer, la ley se cambiará para eliminar todo lo que suene ó tenga una O. Hasta que la gente se harta y entra en escena un castillo mágico que aparece unos días cada cien años.

La historia, que llega escasamente a las cien páginas, es entrañable, y le sirve a Thurber para escribir una hermosa fábula sobre la estupidez humana y sobre la necesidad de luchar por la libertad, por el derecho a soñar y por el amor. Alguien ha dicho que James Thurber escribía cuentos para niños, que disfrutaban los adultos. No iban nada desencaminados porque sus historias están repletas de claves que solo un lector adulto puede desentrañar. Lectura elegante para disfrutar de lo lindo.

Enrique Martín

Kike Martin

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