Saber
Que en cada trayecto
Las madres,
Las viudas,
Las hermanas,
Las hijas,
Tuvieron la obligación
De demostrar.
Suplicar
Más azúcar, más pan, más agua,
Para las madres,
Las viudas,
Las hermanas,
Las hijas
Y el futuro.
“Todo es tan real como la vida misma… -dice la autora- y el fin va llegando/ sin llegar nunca a su fin”. Y es que a veces los trayectos en metro pueden ser infinitos, y no llevarnos a ninguna parte.
Hay algo de cansancio, de desesperanza, de tristeza en estos poemas, que a veces intentan levantar la cabeza, y mostrar algo de felicidad que pronto descarta. “Querer llegar a la meta llenos de horror y alguna esperanza”.
¿Cuántos mundos existen dentro de este mundo? ¿Cuántos universos conserva bajo tierra el metro? Y Sara Herrera Peralta, se va encontrando con niños que lloran… mujeres asustadas… enfermos de cáncer… con locos que saben abrazar de verdad. Ó simplemente, son seres humanos que a veces no saben cómo sobrevivir.
Decir velocidad
Es decir nada.
Tenemos el aspecto
De mujeres y hombres fracturados
Buscando lejos
Otros cielos
Otros techos.
Quien mire hacia abajo,
Pierde,
Dijo el revisor.
Y nadie se atrevió
A mover el cuello.
Cada vez que el vigilante llega,
Los malos se esconden
Y los buenos son aún más buenos.
La multitud es el preludio
De lo manso,
El festín de cualquier hombre
Con poder y acomplejado.
Son los poemas que nacen de la rutina, de una rutina que ahoga y que a veces saca la cabeza para respirar.
Goizalde Landabaso
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