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Augusto Cruz, buscando una película de serie B

Forrest J. Ackerman fue un famoso coleccionista de objetos relacionados con el cine fantástico, editor en ratos libres de libros y revistas y colaborador de multitud de publicaciones casi siempre hablando de las películas de serie B, porque la fantasía andaba antaño mas por esa zona que por la de las grandes superproducciones. De hecho cuando cambió el signo, a partir de La guerra de las galaxias, Ackerman pasó a la reserva y ahora es totalmente desconocido para las nuevas generaciones. Ackerman es el primer personaje que aparece en la novela Londres después de medianoche, la primera que publica el mejicano Augusto Cruz y que toma su título de una legendaria película de Tod Browning que protagonizó Lon Chaney y que se perdió hace años. Dicen que la última copia se quemó en los años sesenta, pero lo cierto es que no se proyectaba desde el comienzo del cine sonoro, cuando muchas de las películas mudas fueron destruidas, incluidas algunas obras maestras. No es el caso de esta película que los especialistas consideran bastante floja y poco digna del talento del director y de la habilidad para los disfraces del protagonista, pero al menos ha servido para que, con la disculpa de su búsqueda, hayamos podido leer una interesante novela, que cuanta con las virtudes de un principiante (entusiasmo, desmesura, emoción. ideas), aunque también, ay, con sus defectos (desequilibrio, desestructuración, ingenuidad).

Ackerman, pues, propone a quien fuera último secretario de Edgar J. Hoover, el mítico creador y director del FBI, la búsqueda de la película. Durante la primera parte el protagonista cumple con su papel de detective de manera ejemplar buscando pistas, encontrando testigos, acercándose al objetivo, mientras se cuentan historias del viejo Hollywood de manera muy entretenida. En un momento determinado la acción se vuelve más oscura, gira hacia lo fantástico, se crea una atmósfera turbia que, desaparece páginas más adelante sin explicación aparente y a partir de ese momento se incluye, en flashbacks, la peripecia vital del investigador desde su niñez hasta su entrada en los federales. Nuevo salto a la presentación del villano de la función, de nuevo momentos de la historia del protagonista, y volvemos a la acción principal emprendiendo un viaje alucinante por Méjico.

No voy a contar nada más porque el misterio tiene aquí mucha importancia, pero ya ven que a Augusto Cruz le ha podido la historia y parece que no ha sabido contenerla adecuadamente. No obstante Cruz tiene habilidad para contar bien las cosas, es decir a pesar de los bandazos de la narración ésta siempre resulta interesante y lo suficientemente trufada de detalles de todo tipo para mantener la tensión del lector. Claro está que la novela gustará mas a los cinéfilos, por las muchas referencias cinematográficas que contiene, pero también puede atraer a cualquier persona que no esté interesada directamente en las películas y sí en las aventuras bien narradas. Me lo he pasado estupendamente leyendo Londres después de medianoche, pero ya saben que yo soy muy de películas. Ustedes mismos.

Félix Linares

Kike Martin

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