Canciones de amor a quemarropa nos cuenta la historia de cuatro amigos, Henry, Lee, Kip y Ronny que crecieron en Little Wing, un pequeño pueblo de Wisconsin. Los presentaré brevemente: Henry está casado, felizmente, es padre y se gana la vida, justo, justo, como granjero; Lee, un personaje inspirado al parecer en el músico Bon Iver, es una estrella del rock de fama mundial; Kip es corredor de bolsa y Ronny se dedica a los rodeos. Pero la vida, lo sabemos al principio, les devuelve a todos a su localidad natal: Henry nunca se fue, Lee siempre regresa tras las largas giras en las que se ve embarcado, a Ronny el alcoholismo y un golpe mal dado lo apartan de los rodeos y Kip compra la gran fábrica de piensos del pueblo, donde se establece con su familia. ¿Por qué regresar? Kip dice:
Los cuatro hombres llevan el peso de la historia de esta novela, ya que sus puntos de vista se van intercalando en sucesivas narraciones en primera persona. Pero además a ese coro de voces se suma la mujer de Henry, Beth, y es precisamente la de ella la perspectiva que más me ha interesado. Lo que van desgranando, por lo demás, son los acontecimientos más o menos felices, más o menos desgraciados, que han ido conformando sus vidas: amores, desamores, triunfos modestos, decepciones, complicaciones, lealtades, deslealtades… Y sobrevolando todo ello, trenzándolo todo, la amistad, y el paisaje que rodea a estos personajes.
El autor es Nickolas Butler, quien por cierto vive en Wisconsin, algo que nos acerca a la teoría de que lo contado no ande muy lejos de su experiencia personal. La novela, a la que se le ha puesto la etiqueta de “indie” (ya sabemos cómo va esto de las etiquetas) ha sido celebrada en el mundillo literario norteamericano. Lo cierto es que está bien escrita y ofrece pasajes muy hermosos y soberbias descripciones. Sin embargo, la historia carece de conflicto, la tensión narrativa es algo endeble y el interés puede desfallecer. También sorprende que todos los narradores tengan un registro parecido. No sé, por tanto, si estas canciones de amor van mucho a quemarropa, pero desde luego, son capaces de mecernos en una placentera lectura.
Txani Rodríguez
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