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El complot mongol, novela negra mexicana

La novela negra El complot mongol transcurre en México D.F. en los años 60. Su personaje principal es Filiberto García, un detective privado que no parece tener remilgos a la hora de matar y que colabora ocasionalmente con la policía mexicana. A este fabricante de muertos, como él mismo se define, le encargan una misión de resonancia internacional: a las altas esferas ha llegado el rumor de que China planea asesinar al presidente de los Estados Unidos en una inminente visita a México. “Si hubiera un atentado-dice el coronel que le encarga a García la misión- nuestro presidente estará también en peligro. Y algo más: la paz del mundo está en juego. No sería esta la primera guerra que empezara con el asesinato de un Jefe de Estado”. Por lo visto, los terroristas tienen previsto contactar con algún chino que es agente en México del gobierno de Mao Tse Tung. García es el elegido para esta misión de tan altos vuelos porque, entre otras cosas, conoce y tiene buen trato con la comunidad china asentada en el D.F. El hecho de jugar a las cartas con ellos y de haber hecho la vista gorda a algunos fumadores de opio, parece situarle en una buena posición de salida para tratar de localizar al chino agente de Mao. Pero García no estará solo en esta tarea sino que debe colaborar con un miembro del KGB y con otro del FBI. Y por supuesto, los unos recelarán de los otros.

Como queda claro ya desde el comienzo, la misión es compleja y más aún prometen serlo sus ramificaciones. Por eso resulta jocoso que mientras García arranca su investigación le ande echando los tejos a Martita, la dependienta de una tienda del barrio chino. Hay momentos en los que a pesar de la violencia, no se sabe si el detective tiene la cabeza puesta en el lío donde se está metiendo o en el romance.

A partir del momento en el que conocemos los detalles del encargo, -y esto sucede antes de que hayamos alcanzado la página 20- la novela empieza a hacerse adictiva. La trama es más que atractiva, los personajes, en los que veremos una evolución, tienen fuerza y las escenas están muy bien diseñadas. Además, la novela funciona también a otro nivel: el de la crítica social. El escritor Yuri Herrera recuerda en el prólogo que El complot mongol se publicó apenas unos meses después de 1968, cuando fuerzas de un gobierno que aún se hacía llamar revolucionario masacraron a estudiantes que pedían cambios democráticos. La novela, subraya Herrera, celebra la reedición de este libro que en su momento pasó inadvertido porque nuevas generaciones, en México y ahora en estas latitudes, “han podido apreciar no solo cómo la novela registró el estado moral de su tiempo, si no por qué no han envejecido: su corrosivo sentido del humor, su visión lúcida y despiadada de los hombres del poder”.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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