De vez en cuando el lector se encuentra con un libro diferente, estimulante y sorprendente. Material rodante del chileno Gonzalo Maier (Talcahuano, 1981) es uno de ellos. Maier vive en Europa y ha pasado una importante parte de su vida en trenes. Vive en Bélgica, en Lovaina, y por motivos de trabajo se traslada todos los días a Holanda, a Nimega. Este trayecto le ha servido para reflexionar sobre muchos asuntos, desde los más importantes a los más triviales. Una parte relevante de estas reflexiones las ha publicado en este libro.
Gonzalo Maier habla, por ejemplo, de la importancia de estar en forma para coger un tren. De las extrañas manías de los revisores. De la importancia de encontrar algo fuera de lo habitual en los viajes. De lo inútiles que nos sentimos ante las puertas de los compartimentos.
También habla Gonzalo Maier de la magia de las primeras lecturas… y de la angustia de leer en una lengua que no dominas. De la importancia de los conejos en Holanda (son los primeros en habitar, cuando son seguras, las tierras ganadas al mar). De los viajes turísticos que han eliminado el peligro y por tanto la incertidumbre. De lo limpios que son los baños de Holanda y lo sucios que son los de Bélgica. De las peculiares visiones que tiene uno en los trenes de la vida de la gente. De la diferencia entre el ciclismo holandés de tierra llana y el belga repleto de montañas y colinas. De levantarse por la mañana, seguir dormido y pedalear hacia la estación entre vidrios rotos.
Y habla además Gonzalo Maier de lo que piensan los viajeros de primera (¿piensan distinto de los demás?). De los problemas de viajar con gente conocida. De la ilusión de dormir en el tren, aunque tu ética lo impida. Del exceso de movimiento y de la necesidad de estar en pijama cuando no trabajas. Del papel de la mochila, en los viajes, como pequeñas bibliotecas. De los correos equivocados, de contestarlos ó no, de atisbar en secreto la vida de otra gente y de la posibilidad de la existencia del “doble”. De la desaparición paulatina de las oficinas. Y finalmente (y me dejo muchas otras cosas) de reconocer en una estación a uno de los criminales más buscados.
Gonzalo Maier ha escrito un libro divertido, irónico, profundo y muy entretenido. Un libro que funciona como un cajón de sastre, repleto de digresiones maravillosas sobre las que picotear. Maier tiene otro libro titulado Leyendo a Vila-Matas en el que cuenta su viaje en tren desde París a Barcelona para entrevistar al escritor catalán Enrique Vila-Matas cuando ejercía de periodista cultural. A Maier los viajes en tren le dan para mucho. Tengo ganas de seguir leyéndole.
Enrique Martín
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