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Las reflexiones sobre la vida y la memoria de Aritz Galarraga

El escritor guipuzcoano Aritz Galarraga (Hondarribia, 1980) acaba de publicar en la editorial Pamiela el libro Gogoan dut. Galarraga estudió Arte y Literatura en Bilbao y en Barcelona, ciudad en la que reside. Se ha dedicado a la docencia universitaria, pero también ha traducido a poetas catalanes como Gabriel Ferrater. Además es colaborador en distintos medios de comunicación euskaldunes.  Así mismo es autor de Estralanak, una recopilación de sus textos periodísticos, y Posteritatea, que compilaba algunas de sus críticas literarias. Su nuevo libro Gogoan dut es un ejercicio de reflexión y memoria que está inspirado, de algún modo, en I remember,  el diario que el escritor estadounidense Joe Brainard publicó en 1970 y que fue ampliando en ediciones posteriores. Pincha y disfruta con la conversación.

La vida de una tienda, el Pitxintxu de Uxue Alberdi

Marijose e Izaskun, dos hermanas de Elgoibar, una costurera y la otra bordadora, deciden dejar de trabajar en casa de los padres y abrir una tienda en la calle San Francisco de su pueblo natal. La tienda se llamaba Pitxintxu; se llama, porque aún sigue abierta.  Al principio, bordaban iniciales en las sábanas, o bordaban txapelas o hacían ropa a medida; cuando el carnaval comenzó a celebrarse en Elgoibar, se dedicaron también a confeccionar disfraces y, esto es curioso, desde el comienzo se dedicaron también a vender libros y discos, una pequeña parte del negocio que fue tomando más y más protagonismo, hasta el punto de que en la tienda-librería llegó a haber una biblioteca.

Pero volvamos al final de la década de los setenta: en la tienda trabajaban sin parar,  les costó mucho salir adelante y comenzar a ganar algo de dinero; sin embargo, la energía “ambientalâ€, la efervescencia política, las ganas de hacer cosas se respiraban en aquel local al que acudían amigos de las hermanas, militantes de la izquierda. Con el tiempo, el negocio se afianza y se hace más viable. Hoy, la tienda vende libros, material escolar, complementos y objetos de decoración; pero Dendaostekoak guarda el recuerdo de las horas y horas que las hermanas pasaron frente a la bordadora o la máquina de coser. Todo, cómo se organizaban, de qué manera trabajaban, cómo, por ejemplo, montan el escaparate, está contado con gran detalle, perfectamente recreado. No en vano Uxue Alberdi  se ha entrevistado con las propietarias de Pitxintxu durante muchas horas.

Dendaostekoak tiene por tanto un objetivo muy claro: la crónica literaria de esa tienda. Así de sencillo, pero es que las historias sencillas, que no se pierden en grandes discursos conceptuales, son a menudo las que más cuentan. Desde la calle San Francisco se ven, de alguna manera, las manifestaciones, las cargas de la policía, la llegada de la droga al pueblo, la emigración, el auge (y el deterioro) de la industria, los virajes de ETA, la presión que podía darse para cerrar o no la tienda un día de huelga, las protestas a favor del aborto, los debates feministas, se ve también la irrupción de las nuevas tecnologías, los cambios que, por ejemplo, el consumo de cultura ha experimentado: del disco al cedé, ahora al Spotify ya; de la revista política a la novela de autoayuda.

Esta crónica que, como decimos, es la crónica de las últimas décadas de nuestra sociedad, se abre así mismo a la parte privada de las vidas de las dos protagonistas que son también las narradoras: sabemos de sus noviazgos, de sus matrimonios, de sus maternidades, de cómo se las apañaban para trabajar y cuidar de sus hijos, de la afición por la montaña, de los bares que visitaban, de sus escapadas a los mercados de Madrid o Barcelona, de sus preferencias literarias. Y en este plano, toman cierto protagonismo algunos clientes, algunas mujeres que han trabajado en la tienda, la abuela Genara y, quizá de manera más notable, la madre de las protagonistas: una mujer excesiva para algunas cosas, muy sincera, presumida: todo un personaje.

La calle San Francisco, lo vemos en un apéndice al final, ha visto cómo han ido cerrando tiendas y bares, también han abierto otros, pero, desde luego, ha cambiado muchísimo desde los tiempos de la apertura de Pitxintxu. Sin embargo, Dendaostekoak, no se empantana en la melancolía. El tono del libro es otro, y tenemos la impresión de que Marijose e Izaskun han sido bastante honestas a la hora de contarle sus cosas a Alberdi, que no se han cortado, vaya. El resultado merece la pena: Dendaostekoak es un libro estupendo.

Txani Rodríguez

Las verdades de Pier Paolo Pasolini

Se da estos días la circunstancia de que dos editoriales, Altamarea y Ediciones El Salmón, han publicado sendos trabajos escritos por el cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini, que nunca antes se habían podido leer en castellano. Altamarea nos ofrece La ciudad de Dios y Ediciones El Salmón Las bellas banderas. Ambos libros se circunscriben a la, digamos, “etapa romana†de Pasolini, ya que en 1950 se trasladó a la ciudad desde el pueblo natal de su madre porque le habían denunciado por escándalo público. Además, a ello se sumó, poco después, el alejamiento dictado por el Partido Comunista. Cuando llegó a Roma con su madre, la ciudad celebraba el jubileo convocado por Pío XII, quizá por eso La ciudad de Dios se titule de ese modo. Hasta la publicación en 1955 de su célebre novela Chavales del arroyo, sobrevivió como profesor, traductor y escribiendo artículos.

Precisamente, La ciudad de Dios agrupa textos de aquellos años, relatos, reportajes periodísticos y una entrevista que concedió más tarde, en 1973, al Il Mesaggero, en la que se muestra muy decepcionado con Roma, una ciudad que llegó a amar, y con Italia en general. Tras la derrota del fascismo, el país vivió varios años de esperanzas para la renovación cultural y política, pero pasadas un par de décadas, poco quedaba de aquella efervescencia. Ese desencanto se aprecia con nitidez en el artículo Ocaso de una posguerra.  Son interesantes, a pesar de la servidumbre de la información, esos ejercicios periodísticos atravesados siempre por su mirada tan atenta ya entonces a los cambios medioambientales, por ejemplo. En los relatos incluidos en La ciudad de Dios su calidad literaria se despliega con mayor libertad, y nos muestra las vidas de un niño que se ganan la vida porteando maletas, de un vendedor de castañas, de un parado, de un pícaro que trajina con el pescado… La culpa y la salvación, la inocencia y lo doloso, conviven en estas historias con centro en la periferia.

Esa empatía, curiosidad y respeto por sus vecinos que sentía Pasolini queda patente en Las bellas banderas. Este libro es el primero de los tres volúmenes que van a recoger la correspondencia que Pasolini mantuvo con sus lectores desde 1960 a 1965 en Vie nuove, y desde 1968 hasta 1970 en Tempo. Lo cierto es que los lectores le preguntaban por lo humano y por lo divino: sobre si debían bautizar a sus hijos, sobre cómo combatir la censura, sobre la revolución cubana o sobre por qué se hizo comunista si era de una familia pudiente. A todos respondía con el mismo respeto. Hay  una carta muy entrañable de dos obreros que habían estado discutiendo sobre Victor Hugo y Dostoievsky para convenir cuál de los dos genios era mejor escritor. Como ellos no lo habían estudiado a fondo, decía el remitente, porque eran obreros, le pedían la opinión a Pasolini a quien tenían por “un escritor moderno y muy preparadoâ€.  Ya os avanzo que el italiano prefería al ruso, pero la respuesta, el tono de la misma, merece ser leída.

Pasolini siempre fue polémico y su producción –para muchos inadecuada- se miró con lupa.  En el año 1975 lo asesinaron en unas circunstancias que jamás se esclarecieron.  Pero clara y cristalina queda su visión del mundo, una visión que se recoge tanto en La ciudad de Dios como en Las bellas banderas.

 Txani Rodríguez

Los brillantes e inteligentes aforismos de Ramón Eder

El Premio Euskadi de Literatura en castellano ha roto moldes en su última edición. Porque el jurado ha decidido premiar un libro de aforismos, algo no muy habitual. El galardón ha recaído en el veterano Ramón Eder, un navarro, nacido en Lumbier en 1952 que vive en Donostia. Un tipo que estudió filosofía y que ha desdeñado siempre los géneros más vendidos como la novela y el ensayo. Es decir que es un escritor que cultiva géneros que no llegan al gran público, como la poesía o el relato breve. Pero en los últimos tiempos le ha dado por el aforismo, que según define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es “una máxima o sentencia que se propone como pauta en alguna ciencia o arteâ€, una definición que se queda un poco corta, como vamos a demostrar. En los últimos años Eder ha publicado once libros de aforismos, el último este galardonado Palmeras solitarias.

El autor dice que “un libro de aforismos es una especie de diario, no de lo que uno hace sino de lo que uno piensaâ€. No puedo estar más de acuerdo. También asegura que “el buen aforismo es el que dice más de lo que parece, no el que parece que dice más de lo que dice†y que, atentos, “no todas las frases buenas son aforismos, porque el aforismo tiene que tener algo autónomo y desconcertanteâ€. El aforismo debe ser, como dice en el prólogo el escritor Juan Bonilla, algo parecido al punto final con el que “se solventa una conversación de la que no se nos da noticiaâ€. También a mi entender es una argumentación de la que se elimina la paja, la cháchara.

Se nos sugiere que el aforismo es al pensamiento, lo que el cuento a la literatura; que  puede llegar a ser metafísica de bolsillo; que debería de tener un punto de mala leche. Este es un libro que reflexiona sobre el sentido de la vida: “entre dos eternidades vivimos unos años y lo llamamos vida†o “tan misteriosa es la vida que necesita una explicación misteriosa†o “la vida es una ficción basada en hechos reales†o “la vida consiste en resistir la tentación de tirar la toallaâ€. También es un libro que reflexiona sobre las cosas de la vida con un punto de cachondeo: “el carácter se forma los domingos por la tarde†o “los que triunfan póstumamente tienen la suerte de no enterarse de la mala suerte que han tenido†o “a veces hay que darle la razón al que no la tiene para que aprendaâ€. Hay además sabiduría en este libro: “hay cosas importantes que sabemos pero que no sabemos que las sabemosâ€; y resignación: “es triste darse cuenta de que ya es tarde para cometer ciertos erroresâ€; y constataciones sobre la realidad, sobre lo que sucede a nuestro alrededor: “el fin justifica los miedosâ€.

Estamos ante un libro de aforismos inteligente, doloroso, sensible, divertido, hermoso, vital, reflexivo, sentimental, entrañable, poderoso y tierno, muy tierno. Un libro en el que se nos dice con absoluta sinceridad que no todo lo que se busca se encuentra y que a veces lo encontrado de chiripa puede ser luminoso: “los mejores aforismos suelen ser serendipiasâ€. Hay que leer a Ramón Eder, ofrece consuelo espiritual y brillantez literaria.

Enrique Martín

La simpática buena-mala vida de Jacobo Armero

Acostumbramos a definir la autoficción como el género literario que incluye al autor en la trama, real por supuesto, de manera que es testigo y/o participante en la historia que se narra. Desde este punto de vista deberíamos considerar también autoficción las novelas autobiográficas que empiezan a abundar porque se ha extendido la idea de que todo el mundo vive vidas extraordinarias que merecen ser contadas. Y si no son extraordinarias da igual, porque lo importante es que sean verdad. Historias de un agente inmobiliario es uno de estos casos. En realidad Jacobo Armero es arquitecto, en lugar de ser notario como mandaba la tradición familiar. Como lo literario siempre le ha llamado mucho, ejerció de editor durante un corto espacio de tiempo. Y, de repente, llegó la crisis y se acabaron las fantasías. Para poder alimentar a su familia Jacobo decidió dedicarse a la gestión inmobiliaria, en un momento curiosamente difícil. No parecía una opción interesante, pero a él le salió razonablemente bien.

Alguien podía pensar que esta actividad, repetitiva y estresante por lo que tiene de esfuerzo sobrehumano para vender unas casas que, siempre, tendrán defectos a ojos del potencial comprador, podría acabar con la paciencia del protagonista, pero no, Jacobo demostrando que él viene de buena familia aceptó el reto con entrega, tampoco demasiada, y entereza, mayor de lo que exige el deber. Y así el lector pasa de la primera descripción de las desgracias de Jacobo a dejar de preocuparse por él porque un tío que es capaz de presentar una casa a los posibles compradores cien veces y hacerlo con elegancia, sin manifestar cansancio alguno, es un ganador absoluto.

No hay  mucha pasión en este libro así que los que piden emociones fuertes a un escrito deberían evitarlo. Es, sin embargo, el libro perfecto para aquellos que creen que el narrador debe mantener cierta distancia con la historia aunque esta sea su propia vida. Y así asistimos a innumerables visitas de vendedores y compradores, anécdotas variadas con la gente del barrio, detalles sin importancia como la elección de peluquero, biografías familiares sin demasiado interés, pensamientos superficiales sobre la condición humana, relaciones del autor con su mujer y sus hijas que incluyen viajes vacacionales y problemas económicos que quizá eran agobiantes en su origen pero que aquí quedan como pequeñas piedras en el camino de Jacobo, pariente por cierto de Ãlvaro Fernández Armero, cineasta realizador de comedias juveniles y series televisivas.

Estoy seguro de que Historias de un agente inmobiliario ha sido un éxito en el entorno de amigos y familiares del autor, porque es simpática, de narración rápida, amontona muchas historias en doscientas cincuenta páginas y se trata del volumen perfecto para leer en el autobús porque no necesita demasiada dedicación, pero te deja buen sabor de boca e incluso puedes contar algunas de sus cosas a la hora del hamaiketako. Y podríamos decir de ella lo que el propio autor en su frase final, que se sale de ella dando saltitos de contento. Con el entusiasmo que cada uno sea capaz de aportar.

Félix Linares

La mirada honesta de Aixa de la Cruz

Cambiar de idea bien puede definirse,  tomando unas palabras de la autora, como “una historia de violencia estructural que se narra como un drama privado, en círculos concéntricos que empiezan y acaban en una mismaâ€. Es decir, tras la experiencia personal hay siempre un relato político, aunque la persona que cuenta esas experiencias no lo identifique. A partir de esta premisa, podemos decir, no obstante, que estamos ante un libro de memorias, que puede leerse también, a ratos, al menos, como una novela. De hecho, de la Cruz defiende que las barreras entre la crónica, las memorias, la autoficción y la ficción son inexistentes porque escribir es recordar y recordar es siempre un acto imaginativo. El ejercicio de recordar, siempre creativo, es verdad, conduce a la bilbaína a varios temas que van desde los mimbres de su tesis a las explicaciones que están detrás de algunas de sus conductas sexuales.

El libro arranca con el mensaje de voz de una amiga suya que ha sufrido un gravísimo accidente. Los periódicos han publicado unas fotos terribles del siniestro ante las que la narradora parece no reaccionar. “Comprendo que esta frialdad con la que escudriño el sufrimiento ajeno es un músculo que llevo tiempo entrenando, el que me ha permitido mantener la cordura en un escritorio en el que se mezclaban los post-it de colores con los abusos de prisioneros de Abu Ghraib y en el que el reproductor rebobinaba sin descanso escenas de tortura, de ficción y de no ficciónâ€. Así que cuando visita a su amiga, y ve las heridas y las cicatrices aún sin cerrar en el cuerpo de la chica, piensa en la manera en la que recibimos las imágenes violentas. Hay más violencia en el libro porque de la Cruz habla de un intento de violación que ella sufrió y de los terribles abusos sexuales que padeció otra de sus amigas. Las violaciones, y en concreto, el caso de La Manada, tienen importancia reveladora en la parte final y más ensayística del libro, en la que cuenta cómo se siente interpelada por el feminismo. La violencia que soportan en México, donde ella vivió un tiempo porque se casó con un joven mexicano, también encuentra traslado: “Lo intolerable es lo infrecuente. De todas las lecciones que aprendí en México esta es la que mejor me iba a ayudar a entender a entender Europa, la violencia europea, la de mi propia pielâ€.

Cambiar de idea habla también de las relaciones de la autora con otras mujeres. “Confundí -dice- mi afición por los retos difíciles con el lesbianismo.†Otro punto interesante del libro es el que se refiere a su relación, o ausencia de relación, con su padre biológico, al que ella se refiere como “biopadre†y al que nunca trató demasiado.

Cambiar de idea es un relato honesto, en el que la autora no se hace demasiadas trampas al solitario, que recoloca algunas piezas sueltas en un puzle completo, un puzle en el que, al final, la autora sentirá que todo encaja. Y más allá de lo que cuenta, que no es poco, hay que destacar cómo, porque, sin duda, este libro está muy bien escrito: el texto corre, es seductor, y ofrece la engañosa sensación de que está escrito como si transcribiera lo que pensara en voz alta.

Txani Rodríguez

La vida en prosa de Angel Erro

Llevaba, Angel Erro, catorce años tomando pequeños apuntes, casi al natural, sobre distintos asuntos; esas anotaciones eran para él, así fueron pensadas, pero hace poco decidió, felizmente diría yo, recopilar los textos de esos cuadernos y conformar un dietario que ahora ha publicado Elkar bajo el título Lerro Etena (2004-2018). La primera entrada es de 2006 y la última de 2017, con lo que enseguida comprobamos que este libro no guarda un orden cronológico. Sin embargo, sí destacan ciertos temas que tiene continuidad: la pérdida de la madre (a quien Erro ha dedicado anteriormente poemas verdaderamente hermosos), la enfermedad, la sexualidad, su vida en Madrid, su labor creativa, su participación en el mundillo cultural (presentaciones de libros, jurados, jornadas, recitales, colaboraciones literarias…), lecturas, viajes y algunas confesiones relacionadas con los grandes temas de la vida, pero también con temas menores. Curiosamente, la situación política –la cosa- no tiene apenas traslado.

Algunos textos son algo un poco más largos, sin que apenas superen el folio, pero la mayoría se bastan de unas líneas en las que a menudo asoman el humor o la ironía: “Batek ez daki noiz eta nola harrapatuko duen joandako egun zoriontsuen arrastoak. Sienako Udalaren trafiko isun moduan iritsi zait niriâ€. Este tono se mantiene hasta la última entrada, muy divertida, en la que nos devela cuál debería ser su epitafio. Hay pasajes que funcionan, en su brevedad, como si fueran aforismos. Unos ejemplos: “Iragana da gerta dakigukeen txarrena†o “Bokazioa haur burugogorkeria jarraitua baino ez da†o “Bihurtuko naizen agureak baino ez dit jakin mina piztenâ€.

Hay subtemas, digamos, que, desde luego, han captado mi interés, como su lealtad a las piscinas, donde al parecer se le ocurren muchos de sus poemas; o su fascinación por las entrevistas que conceden los pelotaris y que lee –dice con ironía- para relajarse: “Pilotariak dira munduko izaki hedonistenak, eta hor badago denok ikasi beharreko lezioa. Ez dago pilotaririk kantxara gozatzera ateratzen ez denikâ€. Su labor como columnista –Erro firma una columna diaria en Berria– también está presente: “Nire lehen opor eguna da gaur, Berriatik behintzat. Goizean igeri egitera joan naiz, gero kafearekin batera egunkaria ikuskatzen egon naiz. Gutxienez, bi gai posible aurkitu ditut eta nola garatu pentsatzen hasi ere bai. Neure burua geldiarazi behar izan dut. Ez zait hainbeste ere kostatu. Dagoneko ez naiz oroitzen zeintzuk zirenâ€.

A pesar de que, como decía, la ironía campe en muchos de los textos, podemos casi sentir sus buenos y malos días a través de un tono que puede ir del cinismo a la melancolía, de la diversión a la incertidumbre, y esas vibraciones son una de las grandes virtudes del libro.

Angel Erro, licenciado en Derecho y en Filología Inglesa, había publicado con anterioridad los libros de poesía Eta Harkadian ni y Gorputzeko humoreak,  y en este libro en prosa nos encontramos con la misma mirada, lúcida, tierna a veces y medio humorística, que recorre los poemas de este navarro. Lerro etena es un libro, con hallazgos y reflexiones interesantes,  para degustar a pequeños sorbos, creo yo, y que cuando se acaba nos deja la sensación de haber estado charlando un buen rato con el autor.

Txani Rodríguez

Landabaso/Goia, una conversación lenta y feminista

1.362 km EURI es el título del libro que han escrito a cuatro manos Garazi Goia y nuestra compañera Goizalde Landabaso.  El libro refleja la correspondencia que ambas autoras mantuvieron entre julio de 2017 y julio de 2018, cuando deciden darse un descanso con la promesa de volver a escribirse, con el repertorio renovado, digamos. Estas dos mujeres, en plena hegemonía del correo electrónico y el WhatsApp se intercambian cartas al viejo estilo para reivindicar una forma de comunicación alejada de la inmediatez, lo fraccionario, lo epidérmico. En todo caso, las nuevas tecnologías están presentes –hay alusiones al WIFI en el transporte público o a cómo Google satisface nuestras curiosidades- y algunas de las preocupaciones de estas escritoras revisten mucha actualidad. Goia, por ejemplo, lucha contra el tiempo en su ajetreada vida; Landabaso se rebela contra la imposición del deber de perfección que hoy se impone.

Aunque Landabaso vive en Bilbao y Goia en Londres, lo cierto es que muchas de estas cartas están escritas en tránsito, durante viajes de trabajo o de placer, en trenes, en aeropuertos, en aviones. Ambas mujeres viajan mucho y el libro se dota de cierto cosmopolitismo y mundanidad. 1.362 km EURI también tiene mucho de confidencialidad porque las autoras, sin exponer en exceso sus vidas privadas, si comparten sus inquietudes íntimas: Goia, embarazada durante la correspondencia, habla por ejemplo de la maternidad y de su confrontación con la libertad; Landabaso hace lo propio con su decisión de no ser madre; ambas comparten las cosas que les quedan por hacer y nos descubren algunos de sus temores. “Etxe honen gauak-dice Landabaso- beldurtzen nau, aitortzen dut. Amets gehiegi ditut lo-tarteetan eta arrotz (eta intrus) sentitzen naiz (…) Koadernotxoa mesanotxean utzi dut lo-eteneetan sortzen zaizkidan ideiak apuntatzekoâ€. Sin embargo, hay un hilo argumental que recorre todo el libro: la reivindicación de algunas mujeres que quedaron ensombrecidas por sus maridos, por sus hermanas, y, sobre todo, por el signo de los tiempos que les tocaron vivir. “Itzalean†es, de hecho, una palabra que se repite en el texto. Garazi Goia confiesa lo siguiente: “Itzalean egotea sufrimendu izugarria izango zen niretzat. Ez nintzateke egokituko, Itzalari nola irabazi pentsatuz beti, oinazeak gainezkatuko luke nire arima. Itzalari aurreratu nahian, etengabe ibiliko nintzateke lehia batean. Imajinatzen duzu borroka hori?â€.

Como decía, las cartas se detienen en las vidas y trayectorias de muchas mujeres, algunas más lejanas, como la pintora Paula Modersohn-Becker, la escritora y periodista Milena Jesenká  o la Premio Nobel Sigfrid Undset; también nos hablan de otras mujeres de muy cerca,  de aquí mismo, como la fotógrafa Eulalia Abaitua, la panderetera Maurizia Aldeiturriaga, la música Marian Arregi o la escritora de Iparralde, Marie Darrieussecq. Creo que Landabaso y Goia corrían el peligro de insertar las trayectorias de las artistas que mencionan de una manera forzada, pero, desde luego, han esquivado bien ese obstáculo porque son los libros que leen, las coincidencias cronológicas, un documental proyectado en un avión, o las derivas de sus conversaciones las que traen, con naturalidad, a esta correspondencia todos esos nombres.

1.362 km EURI nos ofrece, por tanto, la posibilidad de conocer, a menudo de descubrir, a un ramillete de mujeres pioneras, valientes y talentosas, además de asistir al intercambio de ideas, inquietudes y confidencias entre las autoras de este libro en el que, como el título indica, llueve bastante, y en el que se logra que cale  cierta sensación de oprobio por el olvido que cayó sobre mujeres tan valiosas.

Txani Rodríguez

El tocho. Los pensamientos de Nicolás de Chamfort

“Casi todos los hombres son esclavos, conforme a la razón que daban los espartanos de la servidumbre de los persas: por no saber pronunciar la sílaba no. Saber pronunciar esta palabra y saber vivir solos son los dos únicos medios que tenemos de conservar la libertad y el carácterâ€.

Esta es una de las máximas que integran las Máximas y Pensamientos, de Nicolás de Chamfort. Recomendamos hoy a nuestros oyentes a uno de los grandes moralistas franceses del siglo XVIII, maestro del aforismo, quizá el que más influencia ha ejercido, junto a la Rochefoucauld, en el pensamiento de filósofos posteriores tan importantes como Schopenhauer o Nietzsche. Nacido en 1740, Sebastian-Roch Nicolàs, fue producto de la relación ilegítima de una dama de la nobleza; hubo de elegir el seudónimo de Chamfort para darse a conocer en el mundo literario, donde pronto comenzó a destacar; hombre atractivo y afortunado con las mujeres, en su juventud contrajo una enfermedad de transmisión sexual que le afectó el resto de su vida y le agrió el carácter; se entusiasmó con la Revolución Francesa a la que prestó su apoyo, pero pronto denunció los excesos del Terror. Detenido por las autoridades revolucionarias, intentó suicidarse en dos ocasiones sin conseguirlo, muriendo a consecuencia de las heridas meses después.

Estos retazos biográficos pueden explicar el punto de vista tan pesimista de Chamfort, su talante cínico ante el amor y los convencionalismos sociales, pero no lo que a mí me ha resultado más interesante: el apasionante viaje de autoconocimiento que suponen estas máximas, recopiladas y publicadas póstumamente, su capacidad para desvelar las contradicciones que el autor percibe en sí mismo y en los demás. Con ese fin, Chamfort destaca la condición miserable de los hombres “que les lleva a buscar en la sociedad consuelos de los males de la naturaleza y, en la naturaleza consuelos de los males de la sociedad -sin encontrar- alivio a sus penas ni en una ni en otraâ€.

Aunque está convencido de que la sociedad solo se puede soportar cuando se es joven y se está poseído por las pasiones, sabe que muy pocos se retirarán por completo de ella porque “la debilidad de carácter o la falta de ideas, en una palabra, todo lo que puede impedirnos vivir con nosotros mismos,… preservan a muchos de la misantropíaâ€. Es un decidido partidario de la razón pero al mismo tiempo, sabe que, de no ser por los errores que nos inducen a cometer las pasiones “tendrían muchas ventajas sobre la fría razón que a nadie hace feliz. Las pasiones hacen vivir al hombre, la prudencia le permite solo durarâ€. Y tampoco se muestra Chamfort como un pensador  que desapruebe cualquier otra vida que no sea la  intelectual o reflexiva. Al contrario, a su juicio “la vida contemplativa es a menudo miserable. Hay que obrar más, pensar menos y no mirarse vivirâ€. Este maestro de la reflexión esencial puso en cuestión su propia imagen pesimista y acre cuando afirmó que “la jornada más desaprovechada de todas es aquella en que no hemos reídoâ€, buena prueba de que nunca perdió el sentido del humor.

Ediciones in Puribus publicó en 2015 la versión más reciente en castellano de estas lúcidas y reveladoras Máximas y Pensamientos de Nicolás de Chamfort.

Javier Aspiazu

Helen Garner retrata la indoblegable realidad

Poco sabíamos de Helen Garner hasta la fecha: que es una autora australiana y que aunque ha publicado muchos libros, en castellano solo encontrábamos la novela La habitación de invitados, publicada por Salamandra. Ahora, en una acción conjunta entre dos editoriales, algo poco habitual, podremos acercarnos a la obra de no ficción de esta autora.  Por un lado, Libros del Asteroide ha publicado Historias reales, un libro que reúne sus principales reportajes y artículos; por otro, Libros del K.O. nos trae La casa de los lamentos, una larga crónica judicial que se lee como una novela. Vayamos a su historia: tras celebrar el Día del Padre (que en Australia se celebra en septiembre), Robert Farquharon, un tipo normal, en principio, se dirige en coche a casa de su ex mujer para llevar allí a sus tres hijos.  De repente, el coche cae en una balsa y el único que consigue salir a flote y sobrevivir es el padre. Tras la tragedia, llegó un juicio en la Corte Suprema de Victoria en el que tenían que determinar si Farquharon había querido vengarse de su mujer de la que se había separado hacía poco o si, como él decía, todo se había debido a un desmayo que había sufrido al volante.

Helen Garner, atraída por el caso, acudió cada día a la Corte, y el caso llegó a convertirse para ella en una obsesión que transformó en La casa de los lamentos. En el libro, vemos desfilar a los testigos por la sala, a los familiares, observamos cómo se derrumba el acusado en algunas ocasiones, y cómo defensa y acusación preparan sus estrategias y cómo el juez decide, por cuestiones procesales, no presentar ciertas pruebas ante el jurado popular que tendrá que dictar sentencia. “Al jurado no se le permite especular. Esa posible interpretación quedaba fuera de su alcance. Me molestaba verlos entrar en la sala y ocupar su sitio desinformados, con los hombros inclinados y la expresión seria y confiadaâ€, dice. Pero Garner nos enseña también el ambiente, podríamos decir, que se genera entre los distintos periodistas que acuden a la sala, entre los más curtidos, que nunca se conmueven y los más impresionables.

Garner demuestra su habilidad para describir a los personajes y componer escenas, pero lo que quizás más me haya sorprendido es la manera en la que estructura, ordena y facilita toda aquella información que recabó. Su relato del juicio no resulta pesado ni monótono; al contrario, el oficio y el talento de la autora logran que tramos del libro sean adictivos e inquietantes. La periodista, además, no se limita a recoger, ordenar y escribir una historia, como sucede en A sangre fría, sino que ella muestra su peculiar trastienda: “En aquella ocasión había llevado conmigo a la hija de una amiga íntima, una adolescente de dieciséis años pálida, callada, con pelo rubio platino y ortodoncia, enfundada en unos vaqueros y en una sudadera gris claro. (…) Nos instalamos en los asientos para la prensa de la sala tres, al lado de un grupo de alegres periodistasâ€.

La casa de los lamentos se lee como si fuera una novela, pero, a cada poco, nos sacude la certeza de que no estamos ante una obra de ficción, y eso hará que queramos que las cosas vayan por un determinado camino, pero la realidad, ya se sabe, es indoblegable.

Txani Rodríguez