Así comienza El testigo ocular de Ernst Weiss, novela publicada de forma póstuma en 1963, más de dos décadas después de la muerte del autor, quien prefirió suicidarse, como otros intelectuales y escritores judíos, antes de caer en manos de los nazis. Weiss era súbdito en el momento de su nacimiento del imperio austro-húngaro, aunque fue siempre un escritor de expresión alemana, como sus amigos Stefan Zweig o Franz Kafka. El testigo ocular es, en primer término, una novela de aprendizaje, el relato de la formación de un carácter, el del personaje narrador, austero y espartano, adjetivo este último que emplea a menudo para definir su conducta; un carácter que se refleja en la misma cadencia de la prosa, muy fluida pero muy sobria al mismo tiempo, casi sin metáforas o comparaciones poéticas, pero capaz de expresar con emoción y especial intensidad las vivencias más terribles.
Al igual que el autor, con quien comparte muchos rasgos biográficos, el personaje protagonista de El testigo ocular es un médico, en este caso alemán, que participa como voluntario en la Primera Guerra Mundial y que tras ser desmovilizado se especializa en psiquiatría. Entre sus pacientes se encuentra un individuo intolerante y manipulador, el cabo A. H., al que cura de su ceguera histérica por medio de la hipnosis. Lo que permitirá a ese mismo sujeto, sugestionar pocos años después a toda Alemania, embarcándola en su locura sangrienta. El cabo A. H., como habrán adivinado, es Adolf Hitler, cuyo desequilibrio psíquico ha sido consignado por el psiquiatra en un diario que guarda en un lugar seguro. La recuperación del diario por los nazis, le acarreará la persecución y el exilio.
Ernst Weiss confesó que escribió esta novela a toda prisa en 1938, con la esperanza de ganar un premio literario, y que no quedó del todo satisfecho del resultado. Por eso redactó una segunda versión de la misma, hoy perdida. Aun así, El testigo ocular, tal y como la conocemos, es una novela impactante, muy estimable, a la que su tono objetivo, despojado de cualquier retórica, confiere aún mayor autenticidad. Posee, además, el atractivo añadido de convertir a Hitler en un personaje literario, algo insólito, aunque su principal valor, en mi opinión, se encuentra en el doloroso testimonio que aporta de una época convulsa, la de la República de Weimar y el posterior ascenso del nazismo al poder.
Ediciones Siruela tuvo el acierto de verter al castellano en 2003 la más popular de las novelas de Ernst Weiss: El testigo ocular.
Javier Aspiazu
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