Agotados, aparentemente, los escenarios tradicionales de la novela negra, los autores están a la caza de lugares exóticos y en cierta medida insólitos, para desarrollar las nuevas tramas criminales. Al francés Patrick Manoukian, que utiliza el alias de Ian Manook, se le ha ocurrido irse a Mongolia para crear una serie de peripecias con un inspector de policía llamado Yeruldelgger que investiga, en la ciudad y en el campo -decir campo en Mongolia es hablar de estepas-, casos aparentemente independientes que, inevitablemente, tendrán que confluir en algún momento.
El inspector tiene ayudantes, que se diferencian lo justo de los habituales, una novia forense, que es clavadita a la imagen que de ellas han dado las series estadounidenses,
Manook se maneja muy bien con la intriga, tiene un sólido armazón para la estructura que sigue fielmente y que permite al lector hacerse una idea detallada de todos los frentes que tiene abiertos el protagonista y su grupo. Quizá es una novela un poco larga, las casi quinientas páginas intimidan, pero, a la larga, cualquiera se da cuenta que eso no afecta a la narración porque esta está rellena de vicisitudes muy diferentes, de personajes variados, de circunstancias interesantes e incluso angustiosas, tanto en las cloacas de la ciudad como en las montañas de la estepa. Un descubrimiento, y espero que ustedes también lo consideren así y que el libro se venda y que Yeruldelgger siga vivo entre nosotros. De momento estos Muertos en la estepa, título que le ha puesto el editor español a una obra titulado originalmente solo con el apellido del protagonista, es un debut muy satisfactorio. Aprécienlo, hágannos el favor.
Félix Linares
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