Esta es una novela negra porque hay algunos crímenes, un par de asesinos, quizá hasta cuatro, un amenazado que trata de solucionar el conflicto para salvar su vida, algunas persecuciones, bastantes trompazos, más crímenes, y, además, es una novela publicada en una colección del género. Así que no discutamos más. Pero debo reconocer que me ha interesado más la otra parte, la que habla del mundo de la televisión, porque el protagonista es un director de programas de telebasura que se ha hecho rico y tremendamente popular gracias a un producto especializado en escarbar en la miseria humana. Y tratándose de Italia ese escarbar es llegar a cotas muy profundas.
Pero nuestro hombre se cansa del éxito, del dinero fácil, y como tiene su conciencia decide abandonar su trabajo. Los productores no lo entienden,
Pero ¿cómo está escrito este trabajo? Pues por una parte se aprecia cierta bisoñez en el autor. Por otra podemos notar una especie de justificación por escribir novela de género, como si su narrativa fuera más exquisita de lo normal, y es que él tipo ya llevaba escritas obras pertenecientes al main stream sin éxito alguno y este le ha llegado gracias a su acelerado personaje, sobre el que ya ha escrito cinco novelas. Esta es la primera. Su técnica es la del microcapítulo, apenas unas líneas, algunos de ellos sin justificación más allá de dar una mayor, y supuesta, agilidad al tema, pero que acaban cansando un poco. Y, finalmente, podemos dejar constancia del pie forzado de las referencias a Bob Dylan, del que Alessandro Robecchi parece encendido fan y cuya obra no solo utiliza como epígrafes, sino que deja caer sus textos en cualquier momento, a veces justificadamente, otras no tanto.
Esta no es una canción de amor es, pues, una novela de descubrimiento, de debut, de presentación. Con algunos buenos momentos, otros bastante farragosos; una intriga mejorable, un ritmo desenfrenado y la sensación de que “he escrito esto porque yo lo valgo”. Bien, creo que tendremos que leer la siguiente novela, para saber si tanto esfuerzo ha merecido la pena y a este autor hay que seguirle la pista. De momento, y portándonos generosamente, pongámosle un notable de nota. Un detalle que siempre tenemos con los debutantes.
Félix Linares
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