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Unai Elorriaga y su búsqueda centroeuropea

Fue en 2014 cuando Unai Elorriaga publicó Iazko hezurrak, y ya teníamos ganas de volver a disfrutar de su literatura, así que la aparición de Iturria nos ha alegrado, y mucho. Es un poco difícil definir este nuevo trabajo del algortarra, pero podríamos decir que estamos ante una novela llena de cuentos. Ahora me explico: el protagonista de esta historia es Soro Barturen, un hombre de 79 años, que aunque no parece enfermo, va a morir pronto.  Barturen tiene mucho dinero en el bolsillo –fue un ingeniero brillante- y mucho tiempo libre, y en esas circunstancias decide buscar a Pedro Iturria, quien fuera compañero suyo de estudios en Inglaterra y a quien hace cincuenta años que no ve, pero encontrarle no va a ser cosa fácil.

Barturen sigue la pista de Iturria porque su antiguo amigo publica regularmente cuentos en distintas revistas europeas. Su hija, la de Barturen, localiza esas revistas y también las distintas direcciones en las que reside, pero cuando llegan, ya se ha ido. En esa aventura le acompaña un amigo de la infancia, de su misma edad, Erroman, que es el narrador de la historia, un narrador testigo de lo que acontece. Por tanto, en la novela nos encontramos el relato de lo que cuenta Erroman y, en capítulos alternos, los cuentos de Iturria. La búsqueda, que, en su último tramo, el aquí relatado, les lleva por Checoslovaquia, Dinamarca, Polonia y Rusia, es obstinada y el propio Erroman se dice a veces que no sabe qué hace dando vueltas por Europa detrás de un tipo que no conoce, pero pronto se dice que Barturen tiene dinero y que confía en él. “Zer da kordea gure edadean?”, concluye. Por otro lado, tampoco se explica qué es lo que empuja en esa búsqueda a su amigo, quizá reencontrarse con el joven que fue, aunque sospecha que algo más habrá detrás de todo eso.

Pero volvamos a los cuentos. Localizan las revistas y buscan a traductores para, finalmente, poder leerlos en euskera. Barturen es un carlista convencido y cree que si los leen en castellano de nada habrán servido las guerras libradas. Una vez leídos organizan encuentros con expertos o con los propios traductores para analizar los relatos. Personalmente, esas conversaciones me han divertido mucho porque me parece que parodian la crítica literaria. Le dan mil vueltas a los elementos de los relatos y, a veces, da la sensación de que Barturen quiere explicar lo inexplicable. En sus enérgicos interrogatorios a los críticos que reclutan previo generosísimos pagos, se cuestiona la vigencia, profundidad y originalidad de los relatos, lo cual resulta también bastante gracioso.

En esos relatos, diferentes entre sí, por lo demás, asoman características de la obra de  Elorriaga: son sugerentes, algo enigmáticos, y rozan lo fantástico. Hablan de casas habitadas por monstruos y broches malditos; de la obsesión de un hombre por situarse, en la calle, sobre la hierba, frente a la casa de su única tía aún viva; nos presenta –en algo me ha recordado a Faulkner, autor admirado por Elorriaga– a una pareja que traslada en un coche fúnebre un ataúd lleno de abejas; o a una anciana con Alzheimer que recuerda la desaparición de su padre; o a un hombre que se niega, en circunstancias oníricas, digamos, a abandonar su puesto de caza.

Hay que nombrar, siquiera de forma breve, a Eszter, una traductora argentina hija de búlgaros, que les acompaña a través de varios países; una joven que resulta especialmente agradable a Barturen, un ávido lector, por cierto. Como decíamos al principio, va a morir, pero rebosa energía y, es además un personaje de rasgos estrafalarios, que se coloca de marihuana, se desnuda en un aeropuerto o mete fuego a las sábanas en un hotel. La pareja Barturen-Erroman, en sus aventuras por Europa, me han recordado un poco a Don Quijote y Sancho Panza.

De las tres partes clásicas en las que se dividen las novelas –planteamiento, nudo y desenlace- yo diría que es al planteamiento al que saca chispas, a esos dos ancianos quijotescos recorriendo Europa, persiguiendo también molinos (o fantasmas), envueltos en situaciones surrealistas. Entretenidos en esas peripecias alcanzaremos un desenlace con sorpresa incluida, que explica todo lo leído anteriormente. Iturria es un homenaje a la literatura, poco solemne, eso sí, como deben ser los homenajes, y a la amistad. Os lo recomiendo.

Txani Rodríguez

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