El primate que aprendió a cocinar
Según algunos especialistas, la cocina, la preparación de los alimentos, ha tenido una gran importancia en la evolución de la especie humana. Hace cosa de un año ya escribà algo sobre este asunto aquÃ, y ahora, la revista New Scientist, ha publicado un artÃculo en el que Catherine Brahic informa de lo tratado al respecto en el congreso Evolution 2010[1]. En ese congreso, los proponentes de la teorÃa de que la cocción de los alimentos ha sido determinante en la evolución humana han presentado pruebas significativas a favor de su propuesta y han manifestado que la adpatación a comer alimentos cocinados es el resultado de una serie de eventos que acontecieron de forma muy temprana en la historia de nuestro linaje.
Christopher Organ (de Brown y Harvard) y Charles Nunn (de Harvard) han recopilado datos relativos al tiempo que emplean diferentes especies de primates en masticar la comida, teniendo en cuenta además el tamaño de las especies estudiadas. Al parecer, un primate de nuestro tamaño que se alimentase de productos sin cocinar estarÃa obligado a utilizar la mitad del tiempo de vigilia en masticar los alimentos. Y sin embargo, no dedicamos a esa tarea más de un 10% de ese tiempo.
Por otro lado, los seres humanos tenemos molares que son de tamaño muy inferior al de primates de tamaño equivalente al nuestro. Es más, analizando piezas fósiles, comprobaron que Homo habilis y su contemporáneo Homo rudolfensis sà tenÃan molares de tamaño equivalente al de los primates de tamaño similar, pero tanto Homo erectus como los neandertales, ya los tenÃan de tamaño claramente menor.
Al parecer, hasta la fecha no se ha podido explicar por qué razón Homo erectus tenÃa unas muelas tan pequeñas. Asà pues, es muy probable que la razón tenga que ver con la cocina. Es lo que opina Richard Wrangham (también de Harvard), principal defensor de este punto de vista, quien sostiene que hace cerca de dos millones de años, un miembro de la especie Homo erectus o algún miembro de una especie anterior se encontró con comida que habÃa sido cocinada accidentalmente por algún fuego, y vio que era comestible y le encontró un cierto gusto. A partir de ahà serÃan los propios seres humanos los que empezarÃan a tratar de forma intencionada la comida con fuego, con las ventajas, en términos de tiempo y rendimiento energético, que ello supuso.
El alimento cocinado requiere menos tiempo de masticación y es más fácil de digerir que el alimento crudo. Según Wrangham, la ventaja energética que proporcionaba la cocción es lo que permitió nuestro espectacular desarrollo cerebral, algo que, a su vez, propició una estructura social cada vez más compleja. Señala, además, que según el registro fósil, fue entonces cuando se produjo el mayor incremento del tamaño del cerebro de los homininos.
En contra de este punto de vista cabe argüir que pudo obtenerse un buen rendimiento del consumo de alimento crudo si se produjo una transición de la alimentación vegetal a la carnÃvora entre dos millones y millón y medio de años atrás, aunque ello hubiera requerido tiempos más largos de masticación y el consumo de las piezas más tiernas y fáciles de digerir. Y una dificultad para la aceptación de esta teorÃa es que, de ser válida, los seres humanos debÃan poder controlar el uso del fuego ya entonces y, sin embargo, las evidencias más antiguas de uso controlado del fuego son de hace unos 800.000 años.
Lo que está claro es que se trata de un punto de vista muy sugestivo, y es de esperar que en los próximos años se sigan presentando nuevas pruebas y se siga debatiendo con los elementos que vayan surgiendo. Lo que para todos nosotros está claro es que el gusto por los alimentos cocinados está fÃrmemente arraigado en nuestra naturaleza, y ello quizás es muestra de su antigüedad.
[Y a algunos de nosotros, además, nos encanta cocinar, casi tanto como comer lo que cocinamos. ;-)]
[1] Congreso celebrado en Portland, Oregón, a finales del mes de junio de este año.
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