El misterio, pensó Laurel, no radica en lo poco que conocemos a quienes nos rodean,
La hija del optimista (IMPEDIMENTA) relata una historia nada extraordinaria, en principio. Laurel, una mujer viuda de mediana edad cuya personalidad y circunstancias se desvelan de forma muy medida, viaja a Nueva Orleans para cuidar de su padre, un juez ya jubilado, que es ingresado para someterse a una operación. El juez no saldrá con vida de ese hospital y Laurel debe emprender un viaje de vuelta a casa, con el féretro de su padre, y con la compañía de la segunda esposa de éste: una mujer frívola, torpe y cándidamente egoísta.
Una vez en la casa en la que creció, Laurel se reencontrará con sus antiguos conocidos y con su pasado, en el que no todo quedó absolutamente cerrado. La novela, entre otras cosas, habla sobre la perspectiva que otorga el paso del tiempo y, de alguna manera, sobre la honestidad. “¿Hay alguien –se pregunta la protagonista– que al ver dormida a otra persona pueda estar absolutamente seguro de que ha sido justo con ella?” Esta novela no responde explícitamente a esa pregunta pero, sin duda, ofrece mucho más que una respuesta.
Txani Rodríguez
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