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La montaña violenta de Castel Freeman Jr.

La contraportada de este libro promete una colección de tipos extravagantes metidos en situaciones extremas a partir de una anécdota baladí. Y ni miente ni exagera. El sheriff de un pueblo de montaña en Estados Unidos encuentra a una joven que le asegura que un individuo va tras ella para vengarse de una ofensa que le hizo su novio. Como la justicia no puede intervenir porque no se ha cometido ningún delito, el policía le recomienda que pida ayuda a un individuo que puede dar solución a sus problemas. El individuo en cuestión le pone en contacto con otros dos tipos y así la rueda sigue y se nos van presentando unos cuantos personajes excéntricos, de esos que hablan lento, que parecen medir mucho sus palabras por lo que siempre arrancan repitiendo la última frase de su interlocutor, personas que no parecen muy despiertas, que tienen un pasado oscuro y relaciones extrañas entre ellos y a las que no les preocupa demasiado cometer acciones violentas. Pura novela negra rural, relato de paletos, narrativa cañí estadounidense. Me parece que estas cosas quedan mejor en el cine, por eso La oreja de Murdock (Mondadori) se representa como una película en la mente del lector, poca narración, escueta descripción del escenario y mucho diálogo. Es cierto que es justamente el cine quien nos ha presentado este ambiente y a estos personajes: individuos malencarados, con barba de varios días, ropas de campo bastante ajadas, sombreros sucios, armas a la vista, una astilla en la boca y, cada cierto tiempo, un escupitajo de tabaco lanzado con precisión. Todos se pasean por bosques frondosos con claros donde se desarrolla la acción, de fondo las montañas, de cerca casas de madera, aserraderos, tabernas, coches que recorren carreteras estrechas. Lo tiene todo esta novela, incluidas las frases cortas características de gente que parece poco dada a la conversación, pero que habla y mucho. Y cuenta historias, filosofa sobre el destino, opina sobre lo que tendrían que hacer los demás y, casi siempre, deja que las cosas discurran por si mismas. Y luego están los aventureros, los que emprenden la misión que justifica la narración. No son listos, ni especialmente hábiles, si siquiera tienen un motivo para hacer lo que hacen, pero ya que se han comprometido siguen adelante. La oreja de Murdock, no se fíen del título es, simplemente, el de capítulo elegido sin demasiada fortuna, es una novela que se lee rápidamente, que quizá no deje demasiado poso (bueno, yo la leí hace cuatro meses y la recuerdo con cariño) que nos suena a algo ya conocido, que no es especialmente brillante, pero que contiene algunos retratos implacables, ciertas actitudes sorprendentes y un puñado de reflexiones curiosas. Parece que el señor Freeman Jr. tiene un buen puñado de novelas publicadas en su país. Yo soy favorable a que se publiquen algunas por aquí. ¿Quién sabe? Quizá La oreja de Murdock se ha convertido en un superventas y yo no me he enterado. Confiemos en la amabilidad de los lectores y en los caprichos del destino.

Félix Linares

Kike Martin

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