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Alejandro Fernández Aldasoro, otro debutante con cosas que decir

El publicista vizcaíno afincado en Guipúzcoa, Alejandro Fernández Aldasoro (Bilbao, 1970), ha elegido una historia ambientada a finales de los setenta en plena transición de la dictadura a la democracia para debutar en la ficción literaria. A pesar de la época narrada, el paisaje político convulso casi no aparece en la novela. Porque la historia que se nos cuenta en Un viajante (Ttarttalo) es una tragedia íntima, la de un  representante de sastrería que ve como su mundo profesional y personal se derrumba sin remisión.

Lucio Egaña toma todos los lunes sus maletas cargadas de muestras, deja su casa, a su mujer y su hijo, se monta en su traqueteado Renault 8 y se lanza a las carreteras del norte, Euskadi y sus alrededores, a vender un producto que cada vez se compra menos. Son los tiempos en los que han aparecido los grandes almacenes –Galerías Preciados y El Corte Inglés-, que han permitido a la gente acceder a trajes confeccionados en serie, más asequibles y baratos. El viejo oficio de la sastrería está entrando en barrena.

Lucio tiene 39 años y si está en el oficio es por tradición familiar, porque su padre Elías fue un representante brillante, profesional y simpático que vivió y triunfó en los momentos más gloriosos del sector. Su jefe, Cesar Bustamante, es un tiburón, un hombre que ve venir de lejos la catástrofe, pero que atisba una posibilidad para el negocio, los nuevos tejidos, el tergal, más baratos y que se pueden vender al mismo precio que los otros, con lo que el beneficio está garantizado. Pero Lucio, que es un hombre íntegro, duda en ofrecer un producto de peor calidad, a pesar de las órdenes de su jefe. Se debate entre la supervivencia y su dignidad.

Esto por el lado laboral, porque por el sentimental la vida de Lucio está arrasada. Hace tiempo que no se acuesta con su esposa y entre los dos existe un tácito pacto de no agresión, trufado con algunos reproches, para que Juan, el hijo de ambos, no sufra el desamor de sus padres. Hace tiempo además que Lucio coquetea, sin saberlo, sin hacerlo muy evidente, con Candela la administradora de la empresa para la que trabaja. Entre los dos ha surgido una corriente de simpatía que un día se convertirá en huracán amoroso. ¿Pero tendrá Lucio las agallas para salir del túnel en el que se encuentra? ¿Podrá Lucio rehacer su vida?

Fernández Aldasoro retrata muy bien a los personajes. En dos pinceladas nos hace partícipes de sus esperanzas y anhelos; de sus angustias vitales y sus miedos; de la presión que ejercen las convenciones sociales sobre ellos. También en dos pinceladas nos retrata poderosamente el ambiente en el que se desenvuelven: esas carreteras solitarias, esas viejas tabernas del café solo y la copa de MG, esas tiendas vetustas que tienen el aire de colmados, esas viviendas sin lujos hijas del desarrollismo. Y sobre todo, el escritor borda la figura de Lucio Egaña, un Hamlet de los setenta que se debate en la eterna duda sobre si actuar ó dejar que todo se arregle sólo, cuando sabemos que nada se endereza sin determinación. Un debut notable.

Enrique Martín

Kike Martin

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