Esta es una de las novelas más acongojantes, trágicas y sin embargo hermosas que hemos podido leer en los últimos años. Su autor, David Vann, un estadounidense originario de Alaska que vive en California, había escrito antes unas memorias que habían tenido bastante éxito, pero este es su primer libro de ficción. Un libro que está marcado por un desequilibrio emocional, por el intento de recuperar una relación y por la belleza salvaje de una naturaleza virgen donde el hombre es prácticamente una anécdota.
El argumento de la historia es nimio. Un padre decide recuperar la relación con su hijo adolescente al que casi no ve desde que se divorció de su mujer. El padre, dentista, ha vendido su consulta y ha comprado una cabaña en un lugar recóndito de Alaska para pasar allí un año con su hijo. Espera que una relación tan cercana e intensa, pues no hay nadie en kilómetros a la redonda, sirva para recuperar los lazos rotos. Pero no será fácil. De entrada, el padre no está preparado para una aventura tan exigente como esa, que les va a obligar a superar el crudo invierno. Y además el hijo es un s
La historia, narrada en primera persona por el padre, avanza pausadamente, entre las caminatas por la naturaleza para buscarse el sustento, pues deben cazar y pescar para alimentarse, y los pequeños accidentes cotidianas que hacen vislumbrar el desastre final. La sensación de pesadilla aumenta por el desvarío más que evidente que los lectores vamos apreciando en el narrador, un hombre marcado en el pasado por sus infidelidades, que han roto dos matrimonios, y por su incapacidad para afrontar las responsabilidades de la vida.
David Vann conduce con mano maestra un relato arriesgado, que a veces recuerda las novelas de aventuras de Jack London, un constante canto a la naturaleza y a las proezas de unos personajes habitualmente enfrentados a su inmensidad, y otras los relatos existenciales de Albert Camus, en donde sus protagonistas son incapaces de expresar ó comunicar sus sentimientos lo que les lleva a realizar acciones sin motivo aparente. Vann tiene además la gran sabiduría literaria de dar un bandazo a la historia, cuando el libro parece haber entrado en un callejón sin salida, que deja a los lectores sobrecogidos en sus sillones. A partir de ese momento todo se vuelve más alucinado y el protagonista no para de caer y caer en el abismo de la locura y la autojustificación de sus actos hasta que llega el momento de asumir la responsabilidad de lo realizado.
Una gran novela, profunda, descarnada, tremendamente trabajada, muy pulida, en la que nada sobra, repleta de momentos inolvidables y con uno de los retratos de personaje más impresionantes de los últimos años. Esperemos que pronto se publiquen las otras dos novelas que ha escrito este autor.
Enrique Martín
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