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Laurence Cossé, crimenes y pasión literaria

La buena novela (Impedimenta), una obra firmada por Laurence Cossé ha sido definida por Le Figaro como una trepidante fábula sobre la literatura y las pasiones que despierta. Sin duda, la frase es ajustada, pero podemos añadir que esa fábula, que toma la forma de una novela policíaca, reflexiona de forma crítica sobre nuestros modelos culturales.

Pero vayamos a la trama. Van es un lector empedernido que ha hecho bastante dinero con la venta de cómics: “Ningún librero leía tanto como él. Trabajaba seis meses de cada doce, y pasaba el resto del tiempo leyendo compulsivamente”. Del encuentro de Van con la seductora Francesca, una aristócrata amante de la literatura, surgirá la idea de montar una librería única en la que solo se venderán obras maestras. Ese establecimiento se llamará La buena novela. Al poner en marcha el proyecto, los dos socios acuerdan que un comité  de sabios, famosos escritores, seleccione el fondo bibliográfico de la librería. Se decide que para evitar presiones  ese comité sea secreto.

Y así de paso –señala Francesca- nuestros seleccionadores serán de verdad sinceros. Si no hubiera secreto les resultaría muy difícil no incluir en su selección los libros de sus amigos, o los de los jurados de los premios literarios en los que participaran”.

Sucede que la puesta en marcha de esa librería desata envidias y peligrosas pasiones. Tanto es así que la novela arranca con una serie de accidentes que sufren unos personajes que, pronto lo sabremos, forman parte del comité de selección. La intriga está, por tanto servida.

No es nuestra intención destripar el argumento más allá de lo hasta ahora apuntado, pero sí podemos añadir que las conversaciones sobre literatura que se mantienen en sus páginas son otro de los atractivos de esta historia que declara su amor por los libros en frases como la siguiente: “En las novelas no hay solo situaciones excepcionales, decisiones de vida o muerte, grandes pruebas… También están las dificultades corrientes, las tentaciones, las decepciones banales. Al leer una novela, cualquiera, uno se pregunta: ¿y yo, qué habría hecho yo? Es lo que uno se debe preguntar. Escúchame bien: es una manera de aprender a vivir. Habrá adultos que digan que no, que la literatura no es la vida, que las novelas no enseñan nada. Están equivocados. La literatura informa, instruye y guía”.

Txani Rodríguez

Kike Martin

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