Lo primero: el cómic que hoy comento, El Nao de Brown es bueno y digno de leer. Lo segundo: no es una lectura fácil, y en algún momento puede parecer rebuscado y pedante. Lo tercero: el dibujo de su autor, Glyn Dillon, es extraordinario, y hay que valorar también, y mucho, el berenjenal en el que se ha metido al atreverse con esta historia.
Y después de esta necesaria puntualización, a la tarea: El Nao de Brown es una de las novelas gráficas más elogiadas de los últimos tiempos, y el año pasado se llevó los principales premios del cómic británico así como el del jurado en el Festival de Angoulême. Lleva la firma de Glyn Dillon, hermano del también gran dibujante Steve Dillon, autor de la etapa del personaje Punisher que comentamos la semana pasada.
Nao es una gran aficionada a las series de animación japonesas, incluso uno de los personajes de su serie fetiche tiene un cómic paralelo incluido en esta novela gráfica. Acude también a sesiones de religión budista, y tiene enormes problemas para llevar a buen puerto sus relaciones de pareja. Con estos mimbres, Glyn Dillon elabora una cuidada cesta, llena de detalles, de momentos de humor y de drama, e introduce ingredientes insólitos, parecidos físicos imposibles y elementos mecánicos como una lavadora, que ilustra la portada de este cómic y a la que encontramos pleno sentido durante su lectura.
Interesante, sin duda, El Nao de Brown, exquisitamente editado por Norma Editorial y que, como he dicho al principio, no es una lectura fácil. De hecho, uno tiene la sensación de que se le ha podido escapar algún detalle, así que tendré que volver a leerlo y disfrutar con los fabulosos dibujos de Glyn Dillon. Tranquila, Nao, nos vemos pronto y estoy seguro de que lo nuestro puede funcionar.
Iñaki Calvo
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