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Una anónima y arrebatadora pasión amorosa

He de reconocer que siempre me asaltan las dudas ante productos literarios como éste. La vida me ha hecho bastante desconfiado. Así que cuando leí que en Francia había triunfado un libro basado en unas cartas encontradas en un sótano, enseguida pensé que estábamos ante la enésima estratagema comercial para vender un producto y que tarde o temprano se “desvelaría”, se “descubriría”, que el autor real de esas misivas era la persona que dijo haberlas descubierto. Ha pasado el tiempo y el descubridor de estas cartas, Jean-Yves Berthault, sigue jurando y perjurando que las encontró en un sótano, cuando ayudaba a una amiga a vaciar una antigua casa, dentro de una caja de madera protegidas por unos papeles de periódicos que ocultaban unos tarros de conserva vacíos. Así que vamos a creerlo.

Y si lo creemos, estas cartas, que narran una pasión amorosa de una mujer hacia un hombre en los años veinte del pasado siglo, son asombrosas y sorprendentes. Y lo son porque las cartas están escritas con una crudeza y realismo que eran inusuales en aquella época. No solo para una mujer -no se conocen textos femeninos de estas características, tan osados-, sino incluso para los hombres que escribían con desparpajo en aquellos tiempos sobre la pasión amorosa y las relaciones sexuales. No existen textos tan directos y crudos. Lo curioso del caso es que no conocemos las respuestas del amado, porque no se han conservado, y no sabemos por tanto si la audacia sexual y erótica de las cartas, que va aumentando con el paso del tiempo, es correspondida por la parte masculina y en los mismos términos.

Por lo que se deduce de lo leído, la escritora de estas cartas amorosas es una joven parisina de buena familia que trabaja en una oficina. Que una chica trabajara ya en esos tiempos en una oficina, como nos dicen en el prólogo, no era lo habitual, pero tampoco extraño, porque la sangría de la Primera Guerra Mundial había acelerado ese paso de las mujeres hacia puestos laborales que antes no habían ocupado. La protagonista por tanto es una de las primeras mujeres “liberadas”, que pueden hacer vida fuera de casa y ganarse un sustento. Simone, que así se llama –es un nombre ficticio-, está soltera y enamorada al parecer de un hombre casado con el que vive una aventura. Una aventura por lo menos al principio, porque según vamos avanzando en la lectura de las cartas nos vamos dando cuenta que Simone está cada vez más enamorada, enganchada, de Charles (otro nombre ficticio). Los dos, parece que se ven en el ambiente laboral, y mantienen sus encuentros sexuales en la propia casa de Simone, cuando no están sus familiares, ó en habitaciones de hotel.

En estos encuentros la pasión se desata y Simone irá haciendo todo lo que Charles le va exigiendo. Hasta tal punto que llega un momento en que ella se convierte en sumisa y él en dominante, una situación que incluye latigazos y prácticas consideradas aberrantes en aquellos tiempos y, por algunas personas, en estos, como el sexo anal para ella e incluso para él. Por cierto, algo que le va gustando cada vez más a la protagonista, que se transforma por momentos de dominada a dominadora. La relación, que se prolonga mucho en el tiempo, sufre altibajos para desesperación de Simone, que reprocha a su amante sus continuos alejamientos y sus silencios epistolares. Y es a partir de aquí cuando el libro va cambiando sutilmente y asistimos al desmoronamiento progresivo de Simone, cuando ésta se da cuenta de que el interés de su amado por ella parece ir remitiendo sin esperanza.

Un libro sorprendente, de alto contenido erótico, volcánico en algunos momentos, pero que reflexiona muy seriamente sobre la pasión amorosa no correspondida. Porque sí, aquí hay mucho sexo y mucho erotismo y algunos momentos casi pornográficos, pero lo interesante del libro, de estas cartas esperanzadas y también angustiadas es que hay una persona valiente que rompe moldes, que ensancha su libertad, pero que se encuentra con la barrera del desamor, porque ella ama y el otro no. Un libro que parece avanzar la náusea ante la existencia sin esperanza, sin amor, que autores como Camus y Sartre formularían casi treinta años después. Lo dicho, si es verdad es todo un descubrimiento.

Enrique Martín

Kike Martin

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