Beber hasta emborracharse, echar unas risas, dormir la mona y, al despertar, aprovecharse de alguien, incluso matarle, para seguir bebiendo y divirtiéndose. Esto es lo que hace el protagonista de Guy, retrato de un bebedor, impactante cómic con guión de los franceses Ruppert y Mulot y dibujos del belga Olivier Schrauwen, uno de los autores europeos más destacados de la actualidad. Alejado de estilos y escuelas habituales, Olivier Schrauwen posee un trazo de líneas a veces claras, a veces abigarradas, en blanco y negro o en color, y sus personajes, sobre todo los secundarios, carecen de rostro en muchas ocasiones. Esa falta de expresión, de ojos y nariz, es sustituida por el agujero negro de la boca que grita y por el escorzo del cuerpo al bailar, correr o retorcerse en la agonía.
Conocido sobre todo por los cómics sobre su abuelo, Arséne Schrauwen, que vivió los últimos tiempos del imperio colonial belga, Olivier Schrauwen
Ruppert y Mulot escriben la historia de un hombre rastrero, sin moral ni valores, y el dibujo cortante y efectista de Olivier Schrauwen hace el resto, dando forma no solo a las andanzas de Guy, sino también a sus alucinaciones fruto del alcohol, seres fantasmales que aportan al relato su dolorido testimonio. Hace tiempo que el cómic explora nuevas vías, y Schrauwen es uno de los que más las transitan. La excusa perfecta para acercarse a este autor belga tan brillante como peculiar es la obra que hoy nos ocupa, Guy, retrato de un bebedor, publicada con la calidad que acostumbra por la editorial riojana Fulgencio Pimentel. Nos os la perdáis.
Iñaki Calvo
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