El comictario. El borracho infame de Olivier Schrauwen

Beber hasta emborracharse, echar unas risas, dormir la mona y, al despertar, aprovecharse de alguien, incluso matarle, para seguir bebiendo y divirtiéndose. Esto es lo que hace el protagonista de Guy, retrato de un bebedor, impactante cómic con guión de los franceses Ruppert y Mulot y dibujos del belga Olivier Schrauwen, uno de los autores europeos más destacados de la actualidad. Alejado de estilos y escuelas habituales, Olivier Schrauwen posee un trazo de líneas a veces claras, a veces abigarradas, en blanco y negro o en color, y sus personajes, sobre todo los secundarios, carecen de rostro en muchas ocasiones. Esa falta de expresión, de ojos y nariz, es sustituida por el agujero negro de la boca que grita y por el escorzo del cuerpo al bailar, correr o retorcerse en la agonía.

Conocido sobre todo por los cómics sobre su abuelo, Arséne Schrauwen, que vivió los últimos tiempos del imperio colonial belga, Olivier Schrauwenaborda en esta obra el tema de la piratería, pero desde el lado más vil y menos romántico posible. El protagonista es Guy, un borracho malo como la peste que vaga por las calles de una ciudad europea en el siglo XVIII en busca de algo de dinero para seguir bebiendo. Guy canturrea, pide limosna y se la gasta en la taberna. Por un momento nos hace hasta gracia, pero todo se funde en negro cuando nuestro borrachín saca la navaja y mata a un caballero para robarle la bolsa. Muerte cruel, sin piedad, y así el asesino puede seguir tragando ron. En las siguientes páginas Guy aparece enrolado en un barco, el buque sufre el ataque de los piratas y nuestro borracho asesino cambia de bando sin remilgos, porque su única patria es la botella. A la sombra de la bandera negra, Guy luce su talante abyecto y traicionero, consigue sobrevivir a duras experiencias y vuelve a la civilización a seguir con su bestial y mortífera carrera.

Ruppert y Mulot escriben la historia de un hombre rastrero, sin moral ni valores, y el dibujo cortante y efectista de Olivier Schrauwen hace el resto, dando forma no solo a las andanzas de Guy, sino también a sus alucinaciones fruto del alcohol, seres fantasmales que aportan al relato su dolorido testimonio. Hace tiempo que el cómic explora nuevas vías, y Schrauwen es uno de los que más las transitan. La excusa perfecta para acercarse a este autor belga tan brillante como peculiar es la obra que hoy nos ocupa, Guy, retrato de un bebedor, publicada con la calidad que acostumbra por la editorial riojana Fulgencio Pimentel. Nos os la perdáis.

Iñaki Calvo

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