Las lamias

lamiaLa belleza de la juventud se manifiesta con fuerza en estos personajes: las lamias. Teniendo por hogar generalmente las orillas de lagos y ríos, también según se cuenta habitan en los bosque, fuentes… El agua les atrae, como si el sonido del discurrir del rio les dejara su mente casi en blanco pudiendo así estar atentas y relajadas a la vez.

Poseedoras de un peine de oro, peinan sus cabellos , generalmente rubios. A veces, cantan con una voz suave y melodiosa como la de sus primas hermanas las sirenas. Pueden pasar de esta aparente sutilidad a una ferocidad descomunal si se sienten engañadas por los mortales. Su día a día discurre entre cocinar pan, hilar, y a veces, preparando regalos para los humanos que si tienen suerte, verán como dicho regalo se les convierte en oro.

Seductoras por naturaleza, buscan quien les de su amor. Pero por lo que conocemos, nunca las parejas entre humanos y lamias llegaron a buen puerto. Cuenta una leyenda popular, que un joven se enamoró un día de una lamia. Día a día la relación crecía mientras se encontraban en la boca de una cueva que era testigo de un amor que tomaría rumbos inesperados. Fue allí donde el joven le propuso matrimonio… y la lamia aceptó.

Confiando el mutila en su madre, le contó lo que estaba viviendo, y esta con toda una vida encima que la hacía sabia en cuestiones de mitos, leyendas y amores, le sugirió que se fijara en los pies de su amada: ¿tenían forma de pies de pato o de cabra? pues entonces, dijo su madre… “cuidado…será una lamia.”

Las lamias, nos ponen por delante el tema del amor prohibido, del amor hacia lo diferente. Este amor entre hombre y seres que tienen parte de animal en su propia naturaleza, no es solamente propio de euskalerría. Ya en el tercer milenio antes de Cristo encontramos historias de mujeres con pies de animales y garras. Sus parientas, las xanas asturianas, las donas d´aigua calatanas o las mouras gallegas. Todas seres femeninos, seductores que pueden adoptar la forma de bellas doncellas. Belleza que no está acompañada de la felicidad sino por el contrario, tienen finales tristes y desgraciados.

Malévolas para algunos y benéficas para otros, las lamias se esconden entre el agua y los misterios. Aparecen cuando alguien se acerca , aunque de día, permanecen ocultas ya que el sol disminuye o anula su poder. La noche, es el momento de máxima expresión de su energía. Salen a lavar sus ropas o a peinar sus cabellos con ese peine de oro que pone en evidencia al ser tan deseado por las mujeres, la codicia del ser humano. Muchas historias nos avisan si sabemos leer entre líneas, de los peligros de robarles su peine. El peine para ellas es te diría, lo más importante que poseen. Tanto si se lo roban como si por descuido se lo olvida, ella siempre volverá para buscarlo. ¿Estará en su peine el secreto de su poder y este dato aparece oculto exprofeso?

Cuenta una historia de esas que se transmiten de boca en boca, más precisamente en Sanztegi, que un día un hombre estaba arando su tierra con los bueyes. De pronto, un buey se le escapa hacia el pozo de Lamiñosin, y de allí salió una lamia a la que se le enredó su cabello con los dientes del arado. El hombre, entre asombrado y asustado, le promete mantenerla y cuidarla y la lleva con el a su casa. Pero ella por más que lo intentaba, no podía hablar. Una noche, el hombre decidió hervir leche, y dejándola sobre el fuego se fue a la cuadra. Y cuando la leche empezó a subir porque hervía, la lamia asustada se escapó por la chimenea gritando “lo blanco sube… lo blanco sube!!!!!!!!!, dejando el peine tan preciado sobre la cocina.

Y al día siguiente, ella volvió usando su temida herramienta: la maldición. DEVUELVEME MI PEINE, DE LO CONTRARIO HARÉ PERDER A TU FUTURA DESCENDENCIA. Siempre lanzan de inmediato la maldición cuando les desaparece su peine de oro. Y siempre los seres humanos, deponiendo su codicia (vaya a saber si por miedo o por “revolución de su conciencia por haber robado”)lo devolvían porque sino, vivírían eternamente enredados en la desgracia.

Algunas fuentes dicen que se alimentaban con tocino, pan de trigo, leche y sidra, siendo esta dieta el secreto de su longevidad.

Otro de los relatos de transmisión oral, resaltan su generosidad cuando se les ayuda. Una noche, ellas fueron a buscar a la comadrona del pueblo, pues una estaba de parto. La comadrona, acudió en su ayuda, y cuando terminó con su trabajo, las lamias le ofrecieron un regalo. O mejor dicho, para conseguir ese regalo, le plantearon la opción de elegir entre dos ollas: una, llena de miel, y la otra llena de manteca. A pesar del consejo encubierto de las lamias, ella eligió la olla de manteca. Digo que encubierto, porque en ningún momento le dijeron que era mejor elegir la de la miel, sino que simplemente le preguntaron si estaba segura, una y otra vez.

Al día siguiente, la comadrona entendió el mensaje. Pues su olla con manteca, se había transformado en montones de monedas de plata. De haber elegido la miel, serían de oro… pero la elección ya había sido hecha.

Otro personaje más de la mitología vasca: las lamias. Mujeres jóvenes, hermosas, con largos y rubios cabellos que peinan con su peine de oro. Un personaje que nos cuentan de los amores entre distintos, de la codicia humana, y del poder de la maldición, su gran herramienta. No te quedes con su peine si no quieres que la desgracia te persiga.

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