No estigmaticemos la pobreza y, menos que nunca, en Navidad

Felices Fiestas desde este blog a todos y todas, y un mensaje de ánimo y esperanza para esos millones de personas que carecen de lo necesario para vivir -lo que en nuestras coordenadas entendemos- dignamente. Ha sido un año difícil, particularmente en los hogares en que ha dejado de haber ingresos económicos regulares debido al dramático y sostenido aumento del desempleo de estos últimos cuatro años. Que, si cabe, se ha visto empeorado por las circunstancias económicas y políticas que han llevado a un encarecimiento tan sostenido como insostenible de la vida: subidas del IVA, del IRPF, tasas municipales, de transporte, tarifa de luz y gas, carburantes…, todo es más caro que nunca y tenemos menos dinero que nunca para hacer frente a los gastos. Adecuar repentinamente los desembolsos de la familia a estas circunstancias tan penosas es tarea que además de dañar la autoestima, deviene poco grata, harto difícil y laboriosa; más aún, en fechas tan consumistas como las Navidades, en las que la soledad (no srefereimos a la falta de familiares cercanos y/o de amigos) y la pobreza o, en su estadio anterior, una importante reducción de las posibilidades de gasto habituales duplican su poder devastador. No es el de cómo combatir esa compleja sensación de nostalgia y soledad que a algunos nos aturde y enturbia cada año las Navidades el objeto de estas líneas, pero vaya desde aquí un mensaje de cariño y cercanía a quienes sufran este síndrome emocional tan característico y ocultado de estas semanas de árbol, villancicos, comilonas, confettis y recuerdos –a veces, no fácilmente gestionables- de la niñez.

Pero ocupémonos del hilo temático de este blog sobre vida cotidiana y consumo, precisamente en esta mañana de Nochebuena, en la que inevitablemente muchos tendemos a hacer balance de cómo nos trató el año y, quizá no tantos, a cuestionarnos qué dimos a nuestra sociedad y nuestro entorno más inmediato. Muchos serán los padres para quienes no contar con dinero para preparar una cena a la altura de la fecha, o comprar regalos siquiera aparentes a sus hijos, padres o parejas no constituya sino un triste episodio más de una situación recurrente desde hace meses e incluso años. Les cogen, estas Navidades, al igual que a sus familiares, ya en parte entrenados para este inopinado juego de la necesidad no satisfecha, de la incapacidad lacerante de ser como los demás, de alcanzar su nivel de consumo y de gasto. Porque hemos construido (o lo hemos dejado consolidarse) un mundo en el que eres lo que consumes, lo que gastas. Habrá, sin embargo, otros muchos centenares de miles de familias griegas, portuguesas, italianas, o vascas que estrenarán Navidades en el paro, en los umbrales de la pobreza, estadio al que se llega normalmente en este Estado del Bienestar (del que tanto presumíamos sin haberlo consolidado) tras dos o tres años sin ingresos regulares. Tanto para unas como para otras familias, estas Navidades serán difíciles, porque cuesta plasmar o simbolizar más la repercusión de la drástica disminución de ingresos, de la escasez de recursos que en esos momentos en que se va a hacer la compra para la cena de Nochebuena o se disponen los regalos para el Olentzero o los Reyes Magos. No, no vamos a dar recetas económicas, abundantes en la Red (nuestra sugerencia: http://www.ocu.org/alimentacion/alimentos/informe/menu-navideno-low-cost/4), sino a animar a todos y todas a que esta Navidad primemos lo importante, lo emocional, que es lo valioso, y no lo costoso, que es lo que se compra con dinero. Sabemos que la crisis ha llegado para casi todos, y para quedarse una buena temporada, por lo que no queda sino adaptarnos y adecuar, – en la medida en que está en nuestra mano, porque hay muchos y onerosos gastos ineludibles- nuestros gastos a las posibilidades de nuestra economía doméstica, sin dramas ni traumas. Llevamos varios años en que cada navidad gastamos menso que la anterior, cuesta encontrar un indicativo más fiel de nuestra pérdida de poder adquisitivo. Dos detalles: hace una semana, el gerente de un hipermercado nos confesaba que las primeras semanas de diciembre se estaba vendiendo mucho menos que las del año pasado, que faltaba alegría y que los productos más típicos de Navidad (cava, vinos y jamones de calidad, regalos) cuya compra acostumbran las familias adelantar para evitar encarecimientos y dificultades de última hora, habían bajado un peldaño de calidad en la mayoría de las familias. El pescado salvaje, de acuicultura; el jamón ibérico, serrano; el vino de reserva, crianza; y en este plan. A todos nos va peor, en definitiva. Las pistas de esquí, nos ha llegado ya el comentario, se resienten de la crisis, y pistas y restaurantes antaño rebosantes en Formigal o Baqueira o de personal gastón y alegre, se ven este año, en las mismas fechas, semivacíos y con poca desmesura en el gasto. Pasen por las agencias de viaje y pidan información, verán con qué caras encuentran a sus empleados.

Uno de nuestros mayores retos sociales en estos próximos años va a ser la adaptación de las personas y las familias, de las empresas y la Administración, a una menor posibilidad de gasto, a aceptar e incluir a quienes el sistema está comenzando a excluir por su pobreza y falta de recursos, a trabajar unidos para dar la vuelta a la tendencia, para ser más competitivos y eficientes, como familias, como empresas, como Estado. Hay, efectivamente, otras posibilidades que quizá deberíamos plantearnos experimentar, otras coordenadas políticas, sociales y económicas que habría que explorar, dada la injusticia estructural, los dramas que causa con estas crisis cíclicas y la debilidad sistémica de estas coordenadas bajo las que vivimos y sufrimos que podríamos denominar neoliberalismo capitalista. Pero el consumerismo, con su defensa de los derechos e intereses de los ciudadanos en tanto que consumidores y usuarios ha sido siempre posibilista, pragmático, y desde una perspectiva ideológica, progresista desde el reformismo y ajeno a planteamientos revolucionarios. Épocas como esta de tanta penuria y de tantas situaciones lacerantes en miles de familias, con el 20% de ellas instaladas en la pobreza y abocadas a un futuro desolador, deberían movernos a la reflexión. Comprobar, como hacemos cada día, que nuestra economía, el futuro de nuestro país y de nuestras familias, está en manos de tan pocas, irresponsables, egoístas e incompetentes manos (y no solo hablamos de la banca y de los grandes centros de decisión política y económica, es el sistema político y económico el que necesita una revisión profunda, porque genera desigualdad e injusticia con su mero funcionamiento cotidiano), deprime y desmotiva, pero hemos de seguir adelante, intentando hacer mejor las cosas, y siendo más exigentes con nosotros mismos y con quienes toman esas decisiones que tan directamente nos afectan, antes o después. Algo ha de cambiar, y mucho. Podemos comenzar esta misma noche, comprendiendo la debacle en que están sumidas muchas familias y animándolas a salir adelante, sin estigmatizar su pobreza e insuflando todo el optimismo y la humanidad de que seamos capaces. Porque en Navidad la pobreza es más pobreza, tengamos en cuenta a quienes la padecen, y entienda cada cual lo que quiera. Eso sí, a la vuelta de Reyes, habrá que intentar que 2013 sea el año en que las cosas comiencen a ir un poco mejor. Feliz Navidad.

La música, hoy

, el joven y genial cantautor folk/pop/rock SUFJAN STEVENS con un villancico que aparece en “Silver & Gold”, su espectacular caja de cinco cedés de canciones navideñas, publicada hace pocas semanas.

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