María Intxaustegi: navegante a vela por mares bravos.

María Intxaustegi (Donostia, 1989) es historiadora naval por la UPV/EHU, arqueóloga subacuática, buzo profesional y patrona de altura. Ha desarrollado estudios en diferentes fondos marinos desde Florida hasta Australia. Ha trabajado trasladando veleros en el Mediterráneo y el Atlántico. En 2019 se embarcó como guía de expedición y tripulante en el bergantín Europa, barco clásico con bandera holandesa de 56 metros de eslora, 3 palos y 27 velas. Navegó desde Sevilla hasta el estrecho de Magallanes y de allí a la Antártida. La intención era continuar por el Pacífico, pero la pandemia del covid-19 les obligó a volver de una tirada de Ushuaia a La Haya. Posteriormente volvieron de nuevo a la Antártida, cruzaron el Atlántico Sur desde el Cabo de Hornos en Argentina hasta el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica. Ha participado en 6 campaña antárticas hasta que en abril 2023 le contrató National Geographic. Navega en los barcos polares Lindblad Expeditions de última tecnología. María nos indica que estos buques: “son unos pepinos de Dios te ampare”.

María Intxaustegi nos habla antes de embarcarse en Barbados.

Investigas la historia náutica y también vives tus propias aventuras oceánicas ¿De dónde proviene esta vinculación tan fuerte con la mar?

De siempre, es una atracción inexplicable. Paso mucho tiempo en la mar, tanto en lo profesional como en los recreativo. Intento nadar todos los días y si no, me voy con las aletas a hacer apnea. Me encanta navegar a vela. Conseguí diferentes titulaciones hasta que me dediqué profesionalmente a la náutica trasladando barcos por el Mediterráneo y el océano Atlántico hasta las Barbados o Martinica.

¿Cómo te alistaste en el bark Europa?

Estaba haciendo investigaciones submarinas en pecios cuando me escribieron de una universidad holandesa a la que envié mi currículum. Me hicieron una entrevista en Utreht. Buscaban a una persona que supiese de navegación tradicional en barcos clásicos. He estudiado ese tipo de embarcaciones, controlo muy bien su aparejo y velas. Les gustaron mis aptitudes y me enrolé en el bergantín. Hice la travesía de Sevilla a Punta Arenas hasta el estrecho de Magallanes en Chile. Cuando llegamos a las Malvinas, se dieron cuenta de que me gusta mucho el montañismo y la nieve y, además de dar charlas sobre historia, me asignaron como guía de expedición. A partir de 2019 me he pasado todos los veranos del hemisferio sur en la Antártida.

En 2020 el Covid-19 os obligó a cruzar el océano Atlántico de la punta sur de América hasta latitudes muy al norte de Europa sin la posibilidad de arribar en ningún puerto. Fueron 82 días de mar sin escalas ¿Ha sido tu experiencia marina más curiosa hasta el momento?

Lo más extraño es que no te cruzabas con ningún otro barco cuando habitualmente -aunque el océano es muy amplio- siempre te encuentras cargueros u otro tipo de naves.

En el Europa desembarcaron los científicos y pasajeros y solo nos quedamos la tripulación. Conformábamos un equipo con una buena relación personal y profesional. Fuimos unos afortunados porque en lugar de estar confinados en nuestros respectivos países hacíamos lo que nos gusta que es navegar.

Las fronteras estaban cerradas por tanto no podíamos arribar a los puertos para echar combustible así que no nos quedaba más remedio que ir a vela. El combustible solo lo utilizábamos para alimentar los generadores auxiliares que nos daban electricidad a los frigoríficos. Cuando ya alcanzamos el banco del Gran Sol en el Atlántico Norte, tuvimos el inconveniente de tener dos anticiclones muy grandes que nos impedían llegar al canal de La Mancha. De forma que nos vimos obligados a poner el motor durante un par de días y así llegamos sanos y salvos a nuestro destino después de 10.107 millas marinas.

¿Cómo se navega en un bergantín con tanto velamen, solo llevada por el viento y las corrientes?

Es muy bonito contemplar todas las velas desplegadas y saber que navegas a buena velocidad, a pulso, de tirar cabos entre todos los compañeros. El trabajo manual en un gran barco de aparejo cuadrado de 27 velas o en una embarcación de 9 metros es muy satisfactorio.

¿Cuáles han sido las navegaciones más duras que has padecido, en el océano Austral o en el Mediterráneo?

El océano Austral y el Atlántico Sur son impresionantes visualmente porque al no tener tierra en donde parar el viento coges unas velocidades y oleajes muy espectaculares. No es para novatos, pero una vez que sabes cómo funciona no tiene mayor historia, es muy recurrente. Sabes que vas a tener olas de 6 metros durante 10 días. No pasa nada ¡Allá vamos!

Mares como el Mediterráneo y el Gran Sol sí pueden ser un problema porque las olas que se forman no son tan continuadas y vienen de diferentes sitios. En el Mediterráneo hay temporales que pueden durar solo 45 minutos, pero el barco se bambolea como una castaña.

En el Europa cruzaste el Atlántico Sur de cabo a cabo, o sea del Cabo de Hornos al Cabo de Buena Esperanza. En el trayecto arribaste a la isla de Georgia del Sur y estuvisteis en el archipiélago de Tristán de Acuña, catalogado como el lugar habitado más remoto del planeta. Tiene que ser una aventura fantástica.

Tardamos 53 días en llegar a los astilleros de Ciudad del Cabo para realizar reparaciones ya que un velero con tanto aparejo debe pasar por el astillero al menos 2 veces al año.

En la travesía tuvimos bajas presiones y temporales. Navegamos por el mar de Weddell, en el océano Antártico, lugar donde se hundió el Endurance de Ernest Shackleton.

Arribamos en la isla de Georgia de Sur. Coincidimos con la tripulación del rompehielos sudafricano Agulas que encontró el Endurance. Visitamos juntos la tumba de Shackleton en el centenario de su muerte acontecida en 1922.

En 10 días pasamos de los 40 Rugientes a Tristán de Acuña, archipiélago en mitad del Atlántico Sur que pertenece a Gran Bretaña. Es la isla más especial que existe en el mundo entero. En realidad, es un archipiélago con tres islas, solo una de ellas habitada. La capital se llama Edimburgo de los Siete Mares, está habitada por algo más de 200 personas que viven en la ladera de un pequeño volcán. Están totalmente aislados porque no hay aeropuerto. La única manera de acceder es a través de un barco pesquero que zarpa desde Sudáfrica aproximadamente 10 veces al año. Se sirven de una especie de mini muelle donde solo puedes amarrar si tienes viento a favor. Como ves, unas circunstancias muy particulares de un lugar fascinante.

Permanecimos allí durante un día, pero no nos permitieron desembarcar por el protocolo de la Covid 19 pues la media de edad de los tristones es elevada.

Dos semanas después arribamos a Ciudad del Cabo.

Si todo va bien volveré con National Geographic y esta vez espero tocar tierra en Tristán de Acuña y comeré su típico sándwich de langosta que aseguran es digno de probar.

¿Cómo has pasado del bark Europa a trabajar en National Geographic?

Es una plataforma magnífica para seguir creciendo como profesional. National Geographic junto a Lindblad Expeditions poseen cuatro barcos, tres de ellos de clase polar. Llevan pasaje y también científicos. Se ofrece un programa de formación a profesores de primaria para que luego puedan inculcar a sus alumnos el amor a la naturaleza y a los parajes remotos.

Empecé en abril 2023 embarcándome en Lisboa, pusimos rumbo a Dublín, pasamos a Islandia y circunnavegamos el Báltico, fue muy bonito. De ahí salté a Japón y más recientemente he llegado de la Antártida una vez más.

Como historiadora subacuática preparo charlas, soy guía de expedición y además buceo para obtener muestras y grabar los fondos marinos. En la Antártida manejo la zodiac y traslado a los científicos al glaciar. Este verano bucearé en Groenlandia con morsas y osos marinos.

¿Cómo fue el navegar por las islas del Japón?

Ha sido una circunnavegación por las islas del centro y sur de Japón para terminar en Taiwán. Iniciamos la travesía en Kobe, fuimos costeando durante un mes y medio, arribando a algunos puertos en donde nunca habían visto un barco extranjero. Fue muy curioso comprobar cómo cambia la fisonomía de los nativos, su carácter, la comida y filosofía según ibas de una isla a otra. Una de ellas es Yonaguni. Se cuenta que en sus fondos se esconde una ciudad sumergida, como si fuera la misteriosa Atlántida de Japón. Buceé allí y es cierto que hay formaciones geológicas muy geométricas, pero dista bastante de que sea una civilización perdida.

Texto: Roge Blasco

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