Karmele Llano, una veterinaria en el la selva de Borneo.

Karmele Llano es veterinaria, desde niña le han gustado profundamente los animales, tenía claro que quería dedicarse a curar animales salvajes. En 1998 trabajo de voluntaria en la Asociación de Rescate de Fauna en Venezuela. Durante el último año de carrera se fue a un centro holandés especializado en medicina de primates y 2 años después dio el salto a Indonesia. Lleva más de 20 años en la defensa y protección de los orangutanes en la región de Kalimantan, Borneo. Karmele se comunica desde Ketapang para esta entrevista.

En el libro ilustrado Karmele Llano. Los orangutanes y yo se puede leer: “Borneo es, por su ubicación, un sitio muy especial donde el sol y la luna se encuentran. A veces, los días de luna llena, esta sale antes de que se ponga el sol. De tal manera que, durante el crepúsculo, siempre excepcionalmente hermoso, se pueden ver ambos, uno a cada lado”.

Karmele adora la isla de Borneo- en la que está instalada desde hace 20 años- no solo por sus atardeceres sino particularmente por la labor que lleva a cabo en la defensa y protección de los orangutanes.

Karmele Llano (Bilbao, 1978) emprendió la carrera de veterinaria para dedicarse a curar animales salvajes. En 1998, siendo todavía estudiante, se marchó a Venezuela a trabajar de voluntaria. Fue la primera vez que trató con primates no humanos. Con la idea de especializarse en la medicina de este tipo de animales, se trasladó a Holanda hasta que en 2003 llegó a Java (Indonesia) para trabajar con primates salvajes en su hábitat.

Pronto conoció a su compañero de vida y trabajo, Argitoe Ranting. Oriundo de Borneo, descendiente de la etnia dayak. Ambos en 2006, desarrollaron un proyecto para rescatar macacos y loris. Contactaron con la organización International Animal Rescue que les apoyó financieramente desde entonces hasta el presente.

En 2009 la reclamó una ONG de Borneo para que atendiera a Jojo, un orangután en cautiverio que vivía encadenado. Dado su estado lastimoso, sugirió llevarlo a un centro de rescate de orangutanes, pero se enteró que no existía ninguno en esa parte de la isla, en la provincia del oeste de Kalimantan, la zona de Borneo que pertenece a Indonesia. Así que construyeron un centro en Ketapang y más tarde se desplazaron a 30 kilómetros, a Sungai Awan. Ahí han creado las escuelas del bosque en donde los orangutanes rescatados aprenden a adaptarse a la vida salvaje en la selva para luego soltarlos en libertad en el parque nacional de Bukit Baka Bukit Raya.

En la actualidad trabajan en esta tarea más de 60 personas y además han involucrado a las poblaciones locales ofreciendo alternativas a los taladores ilegales y cazadores furtivos con programas de agricultura y becas para estudiantes

Karmele Llano se comunica con nosotros desde Ketapang.

Debes tener mucha vocación y entrega para llevar más de 20 años en Indonesia dedicada a la conservación de los orangutanes y otros primates. Una vez que terminaste la carrera de veterinaria ¿tenías claro que querías trabajar con animales salvajes en su hábitat?

Cuando llegó el momento de elegir carrera, no lo dudé un segundo, elegí veterinaria. Quería poner mi grano de arena en frenar la extinción de tantas especies de animales que se producen en nuestro tiempo.

¿Deseabas ir a países lejanos y exóticos de jungla exuberante?

Desde pequeñita estaba enfocada a ello. Me influyó mucho Félix Rodríguez de la Fuente. Me quedaba enfrente del televisor y aprendía mucho sobre fauna ibérica. Eso me hizo amar la naturaleza más cercana y posteriormente dedicarme al rescate de animales salvajes y a la conservación de la biodiversidad. Es así como empecé a tomar experiencia en varios países partiendo de España, saltando a Sudamérica y acabando en Indonesia.

¿Qué impresión te causó Kalimantan?

La imagen que tenía de Borneo era la de un lugar de selva virgen y me entristeció mucho comprobar la deforestación masiva de los últimos 40 años, la destrucción de un ecosistema tan único y especial transformado en monocultivos de aceite de palma. Pensé que podía pararlo y así contribuir a salvar el hábitat de los orangutanes y otras especies.

Cuando llegaste a Indonesia en 2003 ¿fue complicado que te tomaran en consideración?

Como en cualquier otro país, ser extranjero no te beneficia y más siendo mujer y joven. Todo lo que hemos conseguido ha sido a base de mucha lucha y empeño.

Tampoco es fácil trabajar en contra de esos monstruos que son las compañías multinacionales sin escrúpulos a quienes no les importa destrozar el medioambiente y las comunidades locales. Lo único que les interesa es sacar el mayor beneficio económico, cuanto más mejor.  Las consecuencias las pagamos todos, por ejemplo, con el cambio climático que lo vemos y sentimos cada día.

Tu compañero de vida y de trabajo, Argitoe Ranting, es dayak ¿Cómo te has adaptado a las costumbres de esta etnia y a la selva de Borneo?

Obviamente después de tantos años estoy muy integrada. Los dayacos siempre han vivido muy conectados con la naturaleza. Todavía hay lugares que sobreviven de la caza y de la pesca, pero cada vez son menos los recursos naturales y la tradición se pierde. La forma de vida de los dayacos se ha modernizado mucho. A mí lo que me gusta es ir a la jungla, estar con mi compañero, con nuestros proyectos.

¿Cómo es Borneo, una de las islas más grandes del planeta?

Es uno de los puntos calientes en cuanto biodiversidad del planeta. Siempre ha sido muy rico en recursos naturales. Además del orangután hay otras muchas especies endémicas. El problema es que el desarrollo económico que está sufriendo no es sostenible. Hay deforestación, incendios debido a la sequía y están entrando muy fuerte empresas de minería del aluminio, material muy demandado por la industria del automóvil para que los coches eléctricos pesen menos.

¿El orangután es un animal emblemático para los dayacos?

Orang-utan en el idioma local puedes traducirse como “el humano del bosque”. Hay muchas historias, una de la más repetida es que el orangután proviene de una mujer que se fue al bosque a buscar plantas medicinales.  Aunque le habían aconsejado que no fuera, se internó en la espesura y nunca más regresó. Al cabo del tiempo su esposo y familia fueron a buscarle y comprobaron que se había convertido en un orangután. Me parece un relato muy bonito porque para los locales significa que su origen es de un ser humano y además mujer.

¿De dónde provienen los orangutanes que rescatáis?

De territorios que se han perdido a causa de los incendios y del conflicto que tienen con los humanos al acceder a cultivos por falta de espacio en su hábitat natural. También son víctimas de la caza furtiva ya que matan a la madre para quedarse con las crías que luego son utilizadas en el tráfico ilegal como animal de compañía. Hasta el momento hemos rescatado más de 260 ejemplares.

¿Cómo y cuándo los liberáis en la selva?

Necesitan un periodo de rehabilitación porque son animales muy inteligentes y están acostumbrados a que les enseñen sus madres y sin son huérfanos entre ellos mismos. Este aprendizaje lo llamamos la escuela del bosque. Es un proceso muy largo y costoso. Muchos de los orangutanes que hemos recuperado han vuelta a la naturaleza y no solo han sobrevivido, sino que se han reproducido. Es una prueba de que el proyecto es exitoso al cumplirse el círculo y dar paso a otras generaciones.

Después de tantos años entre orangutanes ¿qué te han enseñado?

Sobre todo la paciencia, son muy pacientes, observan mucho y se quedan hasta con los detalles. Son animales muy interesantes incluso para trabajar con ellos como veterinaria pues llegan a entender que la medicina les permite recuperarse y la aceptan gustosamente. Como suelo decir: “los orangutanes son como los humanos, pero mucho mejores”.

¿Cómo es el parque nacional de Bukit Baka Bukit Raya?

Tiene 200.000 hectáreas, buena parte de ellas de bosque primario. Está en nuestra provincia, pero en una zona muy recóndita y de difícil acceso. Es un sitio perfecto para liberar a nuestros orangutanes.

¿Cuántos ejemplares quedan en todo el mundo?

Hay unos 50.000 entre Borneo y en la parte norte de Sumatra. En Java se extinguieron.

Texto: Roge Blasco

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