Jerusalén para un turista despistado. Capitulo IV visita a Hebron

Volvíamos a salir de Jerusalén, nuestro destino estaba a 50 km, Hebron, la ciudad con más población de Cisjordania, con 107 mil habitantes. La visita nos serviría para conocer más de cerca la realidad Palestina. Nos subimos toda la familia en la furgoneta conducida por Abu Hasan, periodista palestino que ejerció durante diez años al pie del cañón hasta que se canso de vivir con tanta intensidad. Ahora es director de Alternative Tours & Transportation , organiza viajes guiados con contenido social y político. En Hebron, efectivamente nos íbamos a encontrar con la crudeza de la ocupación judía.

  

Antes de salir de Jerusalén, Abu paro varias veces la furgoneta. Mientras nos indicaba una serié de parcelas de olivos nos explico como los colonos judíos penetran en los campos de cultivo palestinos para apropiárselos con diversas malas artes, entre ellas levantar el muro entre las aldeas palestinas y sus huertos, de manera que tengan problemas para ir a laborarlos. En el extrarradio de la ciudad se observan grandes barrios recién construidos de colonos judíos en territorio ocupado. Conservan la piedra blanca en sus fachadas, tan característica de las construcciones del lugar, pero podían pasar por barrios europeos o de Estado Unidos. Contrastan con los pueblos palestinos más caóticos y asiáticos.

 

Por una amplia autovía en el que apenas hay trafico – los coches palestinos necesitan un permiso especial para circular, entre otros requisitos el propietario debe de tener más de 40 años y ser padre, nos acercamos a Hebron. La antigua entrada esta destruida, hay que dar un rodeo para entrar por un camino vecinal bastante mal trecho.. Hemos tenido bastante suerte y no nos han parado en ningún control de carretera. Esto de ir con pinta de turistas y además con dos niños pienso que nos ayuda y no nos toman por sospechosos. Abu aparca la furgoneta y para un taxi que nos deja en el ajetreado mercado de la ciudad. Los viandantes y comerciantes enseguida nos fichan con sus miradas y el saludo constante es “welcome” acompañado de una sonrisa que da mucha confianza. Poco antes de entrar en la parte vieja la calle principal se corta por una zona controladísima con cámaras, múltiples alambradas y torres de vigilancia. Detrás de aquella gran barricada se divisa una zona ocupada por colonos judíos. Por supuesto se han hecho con lo mejor del centro de la ciudad, expulsando y arruinando a los comerciantes del lugar. Un gran edificio domina el lugar con el símbolo del menora, el candelabro con siete brazos, tan característico de los judíos. Antes ese edificio era una escuela para niños palestinos ahora se ha transformado en un centro de educación exclusivamente para los colonos.

La parte antigua de la ciudad, a pesar de su belleza, da pena, esta abandonada, muchos de los comercios con las persianas cerradas. Una gran red de alambre cubre nuestras cabezas a lo largo de las calles. Son para proteger a los viandantes del lanzamiento de piedras y cualquier tipo de proyectil que lanzan los colonos que viven en los pisos de arriba. Visitamos una gran tienda de telas en la que nos atienden dos ancianos, tristes nos comentan la situación lamentable en la que se encuentran, ni tan siquiera pueden subir al piso de arriba en donde tienen el almacén pues el ejercito israelí que controla la parte vieja no se lo permite. Con ello consiguen la quiebra de muchos negocios y los comerciantes terminen por abandonar la zona.

Subimos a la casa de Al Aiheiy, padre de una familia que ha perdido dos hijos por un ataque del ejercito israelí en la entifada. Nos lleva hasta la azotea para que viéramos como los colonos se han apropiado de la mezquita de enfrente y como sobre ella han levantado un edificio de pisos.

Nos comentaban que hace años árabes y judíos convivían en armonía pero al llegar los nuevos colonos radicales, muchos de ellos de Brooklin (Nueva York), la situación es extrema.

Volvemos a Jerusalén pensativos. Reflexionamos sobre lo tirste que puede llegar a ser la condición humana.

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