Jerusalén para un turista despistado. Capítulo II. En un hotel judío en territorio ocupado

Sin intermedios, en Jerusalén pasas de un barrio árabe a otro judío, cristiano, griego, armenio, etíope. Rodeado de congregaciones, popes, franciscanos, judíos ortodoxos, iglesias noruegas, alemanas, rusas. Sin darme tiempo a pensar, me hallaba delante de la supuesta tumba de Jesús. Luego a los pies de la cruz y un poco más tarde paseando plácidamente por los jardines de la Torre del rey David.

  

Este es un bello castillo junto a la Puerta de Jaffa, la entrada más concurrida a la parte vieja de Jerusalén. Desde aquí hay unas buenas vistas a la ciudad intramuros con el Monte de los Olivos de fondo. La Torre del Rey David es un buen ejemplo de todas las culturas que han pasado por ella y cómo cada una ha dejado su huella. Porque ante todo Jerusalén ha sido un importantísimo cruce comercial, tanto es así que se la consideraba el centro del mundo. Por ello hubo tanto interés por su dominio y, entre otros, los Cruzados hicieron tantas escabechinas.

Al día siguiente nos propusimos llegar hasta el Muro de las Lamentaciones. Entramos de nuevo por la Puerta de Damasco y el bullicioso zoco árabe, subimos hasta el barrio latino que tiene calles más amplias y parece por momentos que te encuentras en la Toscana italiana o en la Placa de Atenas. Está lleno de iglesias, conventos. De ahí pasamos al barrio armenio que entronca con el barrio judío. El más limpio y cuidado. Muchos colegiales, turistas, sobre todo yankees, y por supuesto los típicos judíos con la kippa (el gorrito circular que se lo enganchan a la coronilla) o el amplio sombrero negro de donde se les ve colgar los tirabuzones a la altura de la patilla. Muchos soldados de los dos sexos bien armados e incluso civiles que llevan un pistolón o metralleta. Tras un riguroso control, ya estamos ante el célebre Muro de las Lamentaciones. Varios grupos de familias celebran el Bar Mitzva, el paso a la edad adulta de los chavales.

Cuando me ha acercado al muro un judío me ha preguntado por mí religión y tras ello me ha envuelto en un manto blanco y me ha plantado delante de la cara su libro sagrado en hebreo. Ha recitado versículos mientras me inclinaba la coronilla. Uno de mis hijos que me acompañaba en ese momento, asustado, exclamó: “Vámonos aita que esto no me gusta nada”. Sin embargo a mi la situación me parecía muy divertida.

A la tarde quedé con Eugeni García, corresponsal de Radio Euskadi en Jerusalén. Amablemente se acercó a nuestro hotel. Tenía una mala tarde, se le había estropeado su querido SEAT en medio de un atasco. En el hall nos explicó que precisamente nos hallábamos alojados en un hotel judío en zona ocupada a los palestinos. Se nutre de clientes afines o turistas despistados como nosotros. La línea verde que separa la zona Judía de la Árabe estaba pocos metros más atrás pero Eugeni nos comentaba que se saltan todos los convenios internacionales con tal de ocupar territorio palestino. Luego observamos muchos más ejemplos de esto en nuestro periplo por el interior de Cisjordania.

En cuanto a por qué elegimos este hotel; resulta que en un viaje anterior por Italia fuimos a hoteles de esta cadena francesa: tiene habitaciones amplias, con piscina en el jardín que les viene muy bien a los críos después de una buena pateada y lo mejor es que entramos toda la familia a un buen precio. Por medio de internet vimos que también tenían en Jerusalén y nos apuntamos. Ahora resulta que estábamos en una zona no correcta para nuestra conciencia. La verdad es que agobia ver a tanta gente armada pululando por el hotel. El día del sabbath incluso le ponen una túnica blanca a la pantalla de internet para que a nadie se le ocurra apretar una tecla. En cierta ocasión, el socorrista, que siempre estaba con cara de perro, me expulsó de la piscina porque era “la hora de las mujeres”. En el ascensor nadie se saluda y ni tan siquiera te miran, parecen personas de piedra como la mujer de Lot. En esos primeros días los judíos nos parecían serios, sosos y, a veces, hasta severos. Eso sí, muy disciplinados, ordenados y a su manera muy educados.

Continuará…

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