Inteligencia emocional

¡Estate a lo que estas!

7:00 AM. Lunes. Vetusta Morla acompañados por WOS me regalan su “Consejo de Sabios” (“… la música nos salva, nos hace de cable a tierra …”). Desvelado entre demasiados sueños, “outlook” me recuerda mi cita mensual con el blog.

Una frase viene en mi auxilio. “Javier, estate a lo que estás”. ¡Cuántas veces la habré escuchado en boca de ama y aita mientras “estudiaba” matemáticas practicando maniobras de “trapecista sobre banqueta de cocina”! ¿Resultado? Ninguno. Y es que la atención soporta mal el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos como amar …

Vivimos en un mundo plagado de tentaciones con las que pretenden atrapar nuestra atención. Distracciones que nos secuestran. Que moldean nuestro cableado cerebral convirtiéndolo en una “mente de mono” saltando de rama en rama. Condenándote a un “sinvivir en el aquí y ahora”. ¡Bienvenida/o a la Economía de la atención!

Y en esta partida de mus que es la vida, no puedes dar “órdago” a grande y pequeña, a pares y juego, seas o no mano, con y sin cartas. Y no nos resignamos. Queremos todo, ya, a un click.

Y pretendemos vivir en nuestro mundo interior, exterior y en el de los demás, ocupando las tres habitaciones a la vez. Y la atención no es “ni una ni trina” ni ubicua, ni puede dividirse. Sólo consigues repartirla, llevándola de un lado a otro, de “acá” para “allá”. “Mente de mono”

Y entre tanto excesos atencionales captamos una imagen distorsionada, fragmentaria, como de “espejo roto” cuyos pedazos hemos pegado.

Y tratamos de expandirla, como el universo, sin reparar en que la atención es -por naturaleza, por evolución- selectiva, finita, limitada. Un bien escaso que debes administrar con prudencia. Sin opciones de ampliación del ancho de banda. Que necesita de cuidados en tu gimnasio atencional. Ejercitar el músculo para que no se atrofie (D. Goleman en Focus).

Y tanta sobrecarga atencional provoca estrés por el ahora, nostalgia del pasado, inquietud del porvenir.

Así que, como en el surf: pon foco en el punto al que te diriges y -tras él- toda tu energía. Sin distraerte en mirar tu tabla porque entonces pierdes pie.

Y “estate a lo que estás”.

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