Inteligencia emocional

Semana de COM-PASIÓN

Pensando en qué escribir en esta entrada, me topé varias veces con un término que pocas veces utilizo: COMPASIÓN. Palabra que últimamente me resuena mucho, porque en un mismo día me llegó por dos vía distintas. Por un lado, en una conversación con una persona muy cercana, me dijo que yo no tenía ni idea lo que era la compasión, lo que, como se puede entender, me afectó mucho.  Y al mismo tiempo una gran amiga, que siempre está en búsqueda interior, me comentó que se había inscrito en un taller de compasión. En ese momento fui consciente de que, al igual que otros aspectos de la Inteligencia Emocional (IE), podría trabajar la compasión.

La RAE define la compasión como el “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Además, define algunos sinónimos que nos pueden servir para entrar en la relación con la otra persona: condolencia, ternura, piedad, misericordia, caridad, clemencia, solidaridad, humanidad.

En mi humilde comprensión, la compasión, como aspecto de la IE, es un paso que va más allá de la empatía. No es solo identificarse con algo y con alguien, es sufrir con quien sufre. Es hacerse uno con la otra persona.  En palabras de Chiara Lubich es “ponerle en condiciones de que sea el primero en actuar, que pueda tomar la iniciativa, podríamos decir: de que sea el primero en amar.  Para que esto suceda, debemos ponernos a su disposición, acercarnos a él estando completamente vacíos de nosotros mismos”.

Recuerdo que hace muchos años escuché a alguien decir que no le gustaba la palabra “caridad”, que la sentía como una ayuda a otra persona por pena. Quizá es que en nuestra cultura hemos depreciado este término. Sin embargo, creo que como criterio emocional nos puede servir mucho si le damos el valor de constructo emocional, si la recuperamos y somos conscientes de que podemos sufrir con quien sufre.  En pleno confinamiento por la pandemia del Covid-19, Arantza Echaniz (2020) escribía en este mismo blog que “hay que recuperar la virtud de la compasión (padecer con) y evitar el sufrimiento de las otras personas comprometiéndonos con ellas”.

La compasión, como afirma Goleman, “es la diferencia que hay entre comprender y cuidar; es el tipo de amor que un padre siente por un hijo” (Ovans, 2022). La compasión tiene un impacto tremendamente positivo en la manera en que nos relacionamos.

Esta entrada en el blog de IE, se publica, casualmente, al inicio de la Semana Santa. Para algunas personas esta semana tiene un profundo significado religioso, el significado extremo de la compasión.  Chiara Lubich lo plasmaba en un escrito (Vandeleene, 2001, traducción propia):

“Nos bastaba con vernos parecidos a ti, al menos un poco y unir nuestro dolor al tuyo […],

Para que tuviéramos la luz, te disminuyo la vista,

Para que tuviéramos la unión, probaste la separación del Padre,

Para que poseyéramos la sabiduría, te hiciste ignorante,

Para que nos revistiéramos de la inocencia, te hiciste ‘pecado’,

Para que Dios estuviera en nosotros, lo probaste lejano de ti”.

Pero la compasión es un valor universal.  En el budismo antiguo, el Buda Gotama insistió con sus enseñanzas en que se pusieran en práctica los cuatro valores del amor universal: la benevolencia, a través de la cual se ruega por la felicidad de todos los seres vivos; la compasión por el sufrimiento de los otros seres; la alegría al contemplar la felicidad de los demás, y la ecuanimidad, entendida como la capacidad para sacrificarnos por los otros sin esperar nada a cambio (Villamor Herrero, 2021).

La compasión, definida como un sufrir con el otro, participar en el sufrimiento con un sentimiento de hermandad, debe ser distinguida de otras formas de unión afectiva como la empatía, la piedad, la simpatía o la pena.  De todas estas, la simpatía está más próxima a la compasión, porque se refiere a compartir sentimientos y a un sentimiento de hermandad con otros seres humanos, a pesar de que se encuentren en dificultad (Del Río Villegas, 2014).

Esta semana, de vacaciones, de descanso, de reflexión, aprovechemos para co-experimentar con quien sufre. No nos quedemos en la empatía, en la piedad o en la pena.  Intentemos ser compasivos, o simpáticos.

Referencias

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